Capítulo 10
A
la mañana siguiente, el día después de su excursión por Dublin,
Leah se levantó como un zombie, no había conseguido pegar ojo, los
sucesos de la noche anterior con Alan la asaltaban en fogonazos de
miedo y placer.
Erik
y Phaul dormían plácidamente en las dos camas plegables de la
habitación, por una vez en la vida se alegraba ser mujer, así podía
utilizar la reconfortable cama en la que estaba tendida acurrucándose
bajo el nórdico.
Faltaban
dos horas para que se reunieran con el consejo druida, el día
anterior cuando regresaron le contaron todo a su abuelo, él los
instó a que descansaran mientras hablaba con los otros dos miembro
de la tríade y les dijo que a la mañana siguiente sobre las doce se
convocaría una reunión con los bewaarder.
Mientras
estaba tendida en la cama pensó en Alan, ¿dónde reposaba durante
el día?, Sabía que los anakims no podían tolerar el sol durante
mucho tiempo, cuanto mas mayores y viejos fueran peor.
- ¿Ya estas despierta? – le preguntó Phaul desde su cama mientras se estiraba como un gato. Leah dio un respingo, era como si la hubiesen pillado haciendo algo malo, en realidad pensar en Alan era algo malo.
- Sí, ¿Qué tal dormiste?
- Estas camas son una tortura china – dijo haciéndola reír. Luego rápidamente salió de su cama y se metió en la de ella bajo el nórdico, la empujo hacia el otro extremo para quedarse con la parte que estaba mas calentita.
- ¡Pero que morro tienes! – le gritó ella mientras le empujaba. Ese fue su error, porque Phaul sabía cual era su punto debil y se lanzó a hacerla cosquillas - ¡Para! ¡para! ¡ que me voy hacer pis encima! – ladró ella entre risas y chillidos.
- ¡Sal de su cama! – le gritó Erik que se había despertado con el jaleo.
- No me da la gana – le dijo Phaul dándola un respiro – estas celoso ¿verdad?
- ¿Celoso? ¿yo? – dijo mientras le fulminaba con la mirada – nunca – escupió rotundamente.
- Si claro, tienes ganas de estar con ella desde que eramos pequeños, y puedes negarlo todo lo que quieras, no me vas a convencer de lo contrario – le chinchó Phaul que se había sentado en la cama y le miraba de frente como a un igual. Cuando eran pequeños Phaul siempre había temido a Erik, al parecer eso ya se había terminado.
- Sabes que te puedo aplastar de un solo manotazo – gruñó Erik frunciendo el ceño.
- No serias capaz de cogerme – dijo riéndose – bueno, voy al baño que ahora está vacío – le dio un beso en la mejilla a Leah y se esfumó. Leah odiaba cuando hacia eso, sus teletransportaciones eran un visto y no visto muy escalofriante.
- ¿Quieres que te haga compañía? – le preguntó Erik mientras le lanzaba su sonrisa mas provocativa. Leah no se dejó intimidar por él.
- Solo si sabes dar masajes en el cuello – le dijo mientras se frotaba la nuca. Se había levantado con el labio hinchado del cabezazo del demonio, pero lo que no había notado hasta ese mismo momento era el dolor tan punzante de cuello, cuando sintió el cabezazo del maldito chupa-vidas solo se percató del dolor de su boca, pero también le había dado un tirón en el cuello por la forma tan bruta en la que le había golpeado.
- Eso puedo hacerlo – dijo justo cuando ella se arrepentía de habérselo pedido.
- No, dejalo, te conozco lo suficiente como para saber que si haces un favor siempre esperas otro a cambio, y nene, no estoy dispuesta a pagarte nada – le espetó mientras comenzaba a levantarse de la cama.
- No, en serio, soy mecánico de coches pero tengo buenas manos para los masajes, no te voy a pedir nada a cambio – su sinceridad fue desconcertante, no se fiaba de él y no se equivocaba al ser desconfiada.
- Erik se puso detrás de ella y empezó a masajear el cuello, la verdad es que el muy capullo tenia buenas manos para ello, al cabo de tres minutos, Leah supo porque había sido tan desconfiada.
Erik
comenzó a besarle el cuello y a bajar las manos por sus brazos.
Enojada se dio la vuelta para enfrentarle y sin previo aviso él la
beso. De lo primero que se dio cuenta fue de que no sentía la misma
excitación que con Alan, algo que le preocupo y asusto bastante,
tenia que quitarse a Alan de la cabeza, estaba besándose con otro y
no podía dejar de pensar en el anakim, la segunda cosa de la que se
dio cuenta fue; que le estaba devolviendo el beso en un vago intento
de “un clavo saca otro clavo”
Leah
rompió el morreo empujando a Erik en el pecho.
- Te ha gustado lo sé – dijo él muy arrogante mientras se bajaba de la cama y abría el armario para sacar sus ropas.
- Un beso siempre es agradable, pero la verdad es que no me ha gustado – lo dijo tan decepcionada que Erik frunció el ceño y la fulminó con sus ojos castaños. Leah sabía lo que eso significaba, tenia sentimientos por Alan Brown y no podía evitarlos o sacarlos de su mente o de su corazón con otro hombre.
- ¿No seras lesbiana? – gruño Erik.
- Ojala – le dijo sin pensar. Antes de que Erik saliera del cuarto, la lanzó una mirada desconcertante y recelosa.
- Eres un tanto extraña, pero adoro los retos y tu nena, eres uno que tengo intención de tumbar, literalmente – dijo antes de cerrar la puerta tras de sí.
- Ni en tus sueños – susurró ella antes de levantarse y vestirse.
Los
cinco bewaarder fueron a la casa principal, la mañana se había
puesto oscura, la niebla había bajado mucho mas de lo normal para
esa época del año y el cielo estaba encapotado con nubes grises y
tétricas.
La
casa principal o también llamada casa Grove, contaba solo con una
gran sala de reuniones y dos pequeñas habitaciones adyacentes, allí
esperándolos estaban los tres grandes druidas de la comunidad,
juntos formaban la triáde, eran los jefes de todos. La comunidad
contaba con siete columnas; las brujas, que eran todas las mujeres;
los druidas, que eran todos los hombres; el Sig-Gum que era el druida
maestro, en ese momento Lein, el abuelo de Leah; los cazadores, que
estaba repartidos por el mundo; los bewaarder y los vicaruis que eran
sus sustitutos, también eran cinco y en caso de que alguno de los
guardianes falleciera sin tener descendencia, la marca bewaarder
pasaría a uno de los vicarius junto con los poderes.
Eustance,
Gaullent y Lein los esperaban sentados en una mesa triangular con el
símbolo de la triqueta grabado a fuego en la madera.
- Lein nos ha explicado todo lo que sucedió ayer, ¿Dónde está el anakim? – preguntó Gaullent con desagrado cuando se dio cuenta de que faltaba, el viejo debía rondar ya los noventa y muchos años y al parecer los años no pasaban en balde ni para los druidas.
- Disculpen la tardanza – dijo una melodiosa voz detrás de ellos. Leah sintió como el estomago le daba vueltas y tuvo que reprimir el impulso de pensar demasiado en él, sobre todo estando cerca de Hank, no quería firmar su sentencia de muerte, aún.
- Siéntense – dijo su abuelo. Todos tomaron asiento en un banco de madera que estaba justo en frente de ellos. Leah estaba encajonada entre Erik y Phaul, y no se pudo sentar junto a Alan que se situó al lado de Selene.
- Debemos dejarlos que viajen al pasado – soltó Lein a bocajarro.
- ¡Las criaturas oscuras no pueden viajar en el tiempo, es imposible! – Dijo Eustance – solo el Sig-Gum puede convocar a a los Tuatha Dé Danann, para hacer eso, y no es nada fácil que acepten ayudarnos, solo la Diosa Ériu tiene tal poder.
- No creo que ellos vayan a viajar al pasado a través de la magia, conozco bien a Guillermo, lleva siglos perfeccionando una máquina para ese fin – explicó Alan, dejándolos a todos boquiabiertos, sobre todo a Leah. Ella estaba estudiando física cuántica.
- Nadie ha conseguido nunca construir semejante proeza, la ciencia también tiene sus límites y este es uno de ellos – espetó el viejo Eustance. Por la cara de disgusto y repelencia que ponía, tampoco estaba muy contento de tener a Alan en sus filas, al parecer solo el abuelo de Leah toleraba su presencia.
- No podemos demorarlo más, dentro de tres semanas se cumple el aniversario de la encarcelación de Ereshkigal y estoy seguro que quieren liberarla ese día, tendremos que convocar a la Diosa Ériu para pedirle este favor, ellos están igual de interesados que nosotros en mantener a la primera dama del inframundo bien amarrada – dijo su abuelo.
- Sigo diciendo que es imposible que ellos viajen al pasado – rebatió Eustance.
- No es tan imposible – dijo Leah para su propio asombro y el de sus compañeros – de acuerdo con la teoría de la relatividad de Einstein es más que probable realizar un viaje temporal, esa teoría unida a los conocimientos de grandes mentes como Novikov, Podolsky, Nathan Rosen y muchos más puede ser un gran paso. Si alguien puede tener tiempo para perfeccionar la formula básica que haga posible los desplazamientos en el tiempo y el espacio, ese es un anakim, ha tenido toda la eternidad para hacerlo. Seguramente utilicen un agujero de gusano para el desplazamiento, si lo pensáis no es tan descabellado como parece, personas como Ludwig Flamm que vivían en 1914 ya tenían esos conocimientos, lo único que no tenían eran medios para llevarlos a cabo, entre 1990 y 2012 nuestra tecnología ha evolucionado con una rapidez y una eficacia abrumadora, sobre todo de las cosas que tenemos conciencia, seguramente habrá muchas más cosas que no sepamos y que ya existan, ¿Quién les iba a decir a todos ustedes – dijo dirigiéndose a los hombres mayores del consejo, su abuelo con 79 años era el más joven de todos ellos – que existirían los móviles y que podrías hablar a través de videoconferencia con cualquier persona en casi cualquier parte del mundo? Con esto de la “máquina de tiempo” pasa lo mismo, no podemos cerrar los ojos y pensar que como es imposible que ellos lo hagan no deberíamos molestarnos en hacerlo nosotros – era el discurso más largo que Leah había dado en público – Ellos, al igual que nosotros estarán atados a miles de paradojas temporales, pero si las historias que he escuchado sobre la Diosa Ériu son ciertas, nosotros estaremos mucho mas atados que ellos, los dioses no nos dejaran cambiar nada del pasado, por mucho que lo intentemos, pero nuestros enemigos si podrán hacerlo, ¿Quién nos asegura que no van a viajar al pasado y van a destruir toda nuestra línea de sangre? No podemos dejarles que hagan eso, y cuando regresemos del pasado tendremos que buscar esa máquina y destruirla, a ella y a quienes tengan conocimiento de cómo usarla o volver a construirla. Nos estamos enfrentando a algo muy serio, y si no somos cuidadosos podemos perder más de lo que nos gustaría.
- ¿Cómo sabes de todo eso? – preguntó Gaullent.
- Estoy estudiando física cuántica en la universidad de Chicago, mi profesor Ruper Everest es un científico brillante especializado en esta materia – explicó Leah.
- Creo que ella tiene razón – dijo su abuelo lanzándole una mirada orgullosa.
- Antes de dar mi voto me gustaría hacerte tres preguntas sobre esta materia – dijo Eustance. Ella le hizo un gesto con la mano para que continuara - ¿Qué ocurre si el mata a personas en el pasado, personas que no deberían haber muerto?
- Bueno, en ese caso nos enfrentamos a una paradoja, el pasado se puede cambiar, pero el presente también cambia con él, es decir, que si yo regreso al pasado y mato al bisabuelo de Selena antes de que su abuelo sea engendrado, Selena no nacerá, pero si eso sucede, ella tampoco estará en el presente y nadie la extrañaría, nuestros recuerdos de ella serian sustituidos por otros, ella nunca habría existido.
- Eso es realmente escalofriante – dijo Phaul.
- ¿Qué ocurre si por ejemplo viajas para matar a tu propia abuela cuando ella era solo una niña? – volvió a preguntar Eustance. Todos se quedaron en silencio esperando la respuesta, acababa de hacerle una gran pregunta.
- Eso es imposible, esa es una de las paradojas más famosas de la ciencia, es la paradoja del abuelo. En el supuesto caso de que alguien viaje al pasado y mate a su padre, madre o abuelo, antes de que éstos sean adultos o conozcan a sus respectivas parejas y puedan concebir a sus descendientes. Entonces, el padre, madre o abuelo del viajero en el tiempo y por extensión, el mismo viajero nunca habrán nacido, por lo que ese viajero no habría podido viajar en el tiempo, y aquí está la paradoja, al no haber viajado al pasado, su padre, madre o abuelo no hubiesen sido asesinados, por lo que el viajero sí es concebido – lo explique con las mismas palabras que me había dicho mi estimado profesor, ¿Quién me iba a decir que algún día me servirían de algo?
- Vaya movida – soltó Erik sin poder refrenarse.
- Por último, me gustaría saber qué ocurre si una persona se ve a sí mismo en el pasado – preguntó de nuevo el viejo pesado.
- Eso no se sabe con exactitud, algunas teorías apuntan a que es imposible que la misma persona esté dos veces en el mismo espacio tiempo, aunque la mayoría de los científicos simplemente piensan que al igual que puedes ver a los demás, puedes verte a ti mismo sin que eso represente ningún problema, a parte de la paranoia que puedes experimentar, sobre todo el “tu” del pasado. Simplemente pensar en cómo os afectaría psicológicamente que se te apareciera una persona exactamente igual que tu, con algunos años más y te dijera que viene del futuro. Cada persona es un mundo y eso nos afectaría de manera distinta a cada uno de nosotros.
- Bueno, después de estas esclarecedoras preguntas creo que el plan va a ser el siguiente; solo dos bewaarder viajaran al pasado, el resto y Alan se quedaran aquí para localizar y destruir la máquina del tiempo de Guillermo y a todos cuanto estén cercanos a él para que la historia no se vuelva a repetir, si consigue esa daga ceremonial antes que nosotros estaremos perdidos. Debéis destruir la daga en cuanto esté en vuestras manos, y ahora dejarnos decidir quiénes harán este viaje, luego iré a comunicároslo.
Se
despidieron de los tres hombres y salieron de la casa. Alan iba
vestido con un vaquero desgastado que le quedaba de muerte y llevaba
una sudadera con capucha y guantes, antes de salir a la calle se
hecho la capucha por encima de la cabeza y le lanzó a Leah una
mirada ardiente, después sin decir nada mas, se marchó. Los dos
estaban luchando por lo que sentían, y a ninguno le estaba
resultando fácil. Eran terroríficas las ganas que tenía ella de
caer rendida a sus pies.
Todos
se dispersaron y se marcharon a entrenar o en caso de Selene a
hacerse la uñas, o al menos eso había dicho.
Leah
decidió ir en la dirección en la que se había ido Alan, se aseguró
de que nadie la seguía y cogió la calle central rumo a la
plazoleta.
Se
paró entre dos casas algo confundida, el pequeño pueblo terminaba
allí y no había ni rastro de Alan, estaba segura de que había ido
por esa misma dirección. Antes de que se diera cuenta unos fuertes
brazos tiraron de ella y la metieron en una de las casas mientras la
tapaban la boca, quería gritar y defenderse, pero la habían pillado
por sorpresa.
Cuando
Alan entro en su casa, supo que Leah le estaba siguiendo, podía
escuchar sus pasos dirigiéndose en su dirección. Cuando llego a la
altura de su casa, pudo sentirla parada frente a la puerta, olio su
desconcierto y su… tristeza. No debían verse, no debía jugar con
la tentación que los acechaba a ambos, pero Alan no se pudo
resistir. A la velocidad del rayo, abrió la puerta y la agarro
introduciéndola dentro de la casa. A esa velocidad cualquier par de
ojos que la estuviera mirando, solo pensaría que se había
desvanecido en el aire.
- Tranquila soy yo – dijo Alan con la voz llena de deseo y apretándola de espaldas contra su pecho. Aparto la mano de su boca y Leah se giró para enfrentarle.
- ¿Por qué has hecho eso? – le preguntó mientras se apretaba el pecho con la mano para evitar que el corazón le triturara las costillas.
- No lo sé – dijo él mientras se lanzaba a sus labios. La dolían mucho menos que el día anterior, aunque estaban mucho mas hinchados. Alan fue desgarrador con su beso y en lo último que ella pensó, fue en el dolor de sus labios.
- Saboreo su boca con ansia, cada gemido y gruñido animal de él la excitaba hasta un punto infinito. Alan la apoyó contra la puerta mientras soltaba sus labios y la besaba el cuello.
- Esto está mal – dijo él entre jadeos. Lo sé – gimió ella mientras encontraba de nuevo sus labios y bebía de él. La pasión la estaba consumiendo y lo único que quería era pasar sus manos sobre la piel desnuda de él y dibujar los contornos de sus músculos con sus dedos. Como si la hubiese leído el pensamiento, Alan tiro de su sudadera hacia arriba y se la saco por la cabeza dejando al descubierto el pecho y los hombros mas sexys y bien formados del planeta.
Ella
sabía a sexo y canela, Alan no se había excitado tanto en toda su
vida, la deseaba con tanta fuerza que le dolía. Su miembro se
hinchaba cada vez más, con cada suave gemido de ella sentía una
profunda satisfacción recorrer su cuerpo. La bestia que vivía en su
interior gruñía con fuerza, instándole a desnudarla y tomarla
contra la pared. Mil quinientos años de celibato absoluto no
ayudaban a Alan a concentrarse.
Leah
no pudo retenerse y paso su mano por toda la piel que él había
dejado expuesta, Alan se estremeció al notar la diferencia de
temperatura entre su pecho y la mano de ella. Los vampiros reales a
diferencia de los mitos de Hollywood, estaban fríos, pero solo diez
grados por debajo de la temperatura corporal de los humanos y aunque
estuvieran muertos, el corazón y los órganos les funcionaban igual
que a ellos, la única diferencia era que sus órganos estaba mutados
de tal forma que se regeneraban a la velocidad del rayo y que nunca
envejecían. Leah tenía que sentir repugnancia por su frio cuerpo,
pero no podía, su cuerpo encendía una llama ardiente dentro de
ella, un fuego griego implacable recorría sus venas y se avivaba
cada vez que sus manos rozaban su piel por debajo de la ropa. Los
gemidos y gruñidos de Alan la excitaban de manera increíble, nunca
había hecho el amor con un hombre que la deseara y necesitara más
que él.
Ambos
se estaban perdiendo en los besos y las caricias, que estaban lejos
de ser suaves y sensuales, eran enfebrecidas y salvajes. Leah sabía
que lo que ambos sentían no era solo físico, ambos sentían algo
mas profundo y peligroso. Daría
mi vida por él…
ese pensamiento de Leah confirmo sus propias sospechas.
- Si no nos detenemos ahora no voy a ser capaz de parar Leah, esto está prohibido y te puede costar la vida – ella se dio cuenta de que él solo se estaba preocupando por su vida y no por la de él, que corría el mismo peligro. Alan tenía razón y Leah no quería que lo matasen, tampoco ella quería morir.
- Tienes razón – dijo mientras se apartaba y se quedaba a dos metros del cuerpo escultural de Alan.
- ¿Por qué no charlamos un rato? – le preguntó ella mientras se iba a sentar en el sofá del salón.
Todas
las ventanas estaba cubiertas por planchas de madera y cortinas
gruesas, la única luz de la casa eran varias lámparas de aceite
colocadas estratégicamente para iluminar todos los puntos de la
estancia.
- La gente no habla mucho conmigo – dijo Alan mientras se sentaba en el sofá de enfrente - ¿quieres tomar algo? – la preguntó mientras se volvía a cubrir su precioso pecho con la sudadera.
- No, gracias estoy bien – de repente una pregunta resonó en su cabeza y antes de que se diera cuenta ya la estaba haciendo en voz alta - ¿de dónde consigues la sangre? – preguntó Leah.
- Tengo varios arcones llenos de bolsas y voy una vez al mes al pueblo a recogerlas, normalmente la vez que voy suelo tomarla directamente de la fuente – aunque ese pensamiento le tenía que haber repugnado lo único que Leah sintió fueron unos celos abrasadores ¿Se alimentaba y se acostaba con las chicas?
- ¿Te alimentas solo de mujeres? – el tono en el que salió su voz no dejaba dudas, dio a entender que la molestaba y se sonrojó por lo estúpida que había sonado. Él la sonrió dejándola sin aliento y movió la cabeza hacia los lados.
Alan
quedo estupefacto al sentir los celos que Leah emanaba, ¿estaba
celosa de otras mujeres? Ese pensamiento le hizo más feliz que
cualquier otra palabra que pudiera decir ella.
Leah
pagaría miles de dólares por verle sonreír así todos los días.
Sabía que se había dado cuenta de sus celos, y que seguramente era
eso por lo que sonreía, pero a ella le daba igual el motivo por el
que lo hiciera, solo quería verle sonreír así siempre.
- No, no siempre de mujeres y por si me lo vas a preguntar, que ya veo que eres muy cotilla – aclaró con una media sonrisa en su cara – no me acuesto con ellas mientras me alimento, tenéis la peor opinión de los anakims que he visto en todos mis años – Leah quería preguntarle cuantos años tenía, pero no quería parecer más cotilla de lo que ya había demostrado ser.
- Sí, eso parece – dijo ella sin poder apartar la mirada de sus ojos azules, aun en la penumbra eran realmente bonitos.
- Creo que debería irme, nos veremos esta noche cuando el Sig-Gum nos comunique quienes son los elegidos para viajar en el tiempo – le dijo sintiéndose como una quinceañera que se está viendo con su novio a escondidas.
- Muy bien, allí nos veremos – Alan se fue a levantar para acompañarla a la puerta, pero ella le detuvo y se marchó rápido de la casa.
El
corazón le martilleaba en el pecho como un potro desbocado, hasta
que no llego a su dormitorio en la casa de su abuelo, no pudo
relajarse lo suficiente como para bloquear sus pensamientos.
Hank
iba a darla mucho más problemas de lo que quería, tenía que
concentrarse mucho para evitar que el telépata entrara en su cabeza
y le arrancara su secreto, que en esos momentos fuera inmortal no
significaba que no pudiera morir y si alguien se enteraba de lo que
había pasado con Adam, la matarían, a él le torturarían y
desmembrarían hasta que se cansaran, Leah no sabía que era mejor,
poder morir o no poder hacerlo.
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