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miércoles, 9 de julio de 2014

Bewaarder




                                                   Capítulo 13

Leah ya estaba despierta a las ocho de la mañana, Erik todavía dormía como un tronco junto a ella.
Se estiro bajo las sabanas y salió de la cama haciendo el menor ruido posible, se vistió con sus vaqueros y su sudadera y salió al pasillo. Las casa era un hervidero de criadas, todas la saludaban con un “buenos días mi lady” mientras seguían a toda prisa con sus tareas diarias. Leah bajo al salón donde se encontró a Jezabel mirando vestidos con una criada.

  • ¡Perfecto! Ya estas despierta, ven aquí y pruébate estos vestidos, parece que tú y yo tenemos más o menos la misma talla – dijo Jezabel mientras agarraba a la muchacha y la metía corriendo en el salón. Una vez estuvo dentro la criada no tardo ni diez segundos en sacarla la ropa; no sin antes refunfuñar enojada por lo extraño y ajustado de sus prendas y sobresaltarse sorprendida por su ropa interior, ropa que Leah se negó a quitarse, luego le coloco encima un vestido rosa muy bonito y ceñido. Demasiado ceñido.
  • No puedo moverme ni respirar con esto – dijo Leah intentando agacharse. Imposible el corsé la oprimía como si fuera una armadura.
  • Bienvenida a mi época – dijo Jezabel mientras examinaba sus vaqueros.
  • ¿Quiere quedártelos? – le preguntó Leah mientras veía como los miraba.
  • ¿Puedo? – contestó Jezabel dejando a la vista el entusiasmo que le generaba la idea.
  • Sí, te los regalo, pero solo con una condición, que no los fabriques y que nadie te vea con ellos puestos, no creo que a Levi Strauss le hiciera mucha gracia – dijo Leah divertida.
  • ¿A quién? – preguntó Jezabel frunciendo el ceño desconcertada.
  • Levi Strauss es quien inventa este tipo de pantalones en 1873, así que te sugiero que cuando ya no los vayas a utilizar, los quemes para que no nos carguemos demasiado el futuro – dijo Leah intentando respirar mientras se sentaba sobre la silla, para que la criada le recogiera el pelo.
  • Mira qué guapa está nuestra joven damisela – dijo Nergal apareciendo de pronto en el salón. Erik iba medio dormido detrás de él.
  • Pasar – les invitó Jezabel – Mary déjanos solos un momento y cierra la puerta – le ordenó a la criada.
  • Bueno, vuestra ropa está en ese sofá, he tenido seis hermanos, así qué creo que he acertado con las medidas – aclaró ella – os voy a presentar como mis primos de Lancashire, los tres sois hermanos e hijos de mi difunta tía Rose.
  • No creo que eso cuele – dijo Erik ahora ya más espabilado – no nos parecemos en nada y Leah se ve a la perfección que es irlandesa – aclaró.
  • Bueno, pues os oscureceré el pelo y los ojos a los tres, así, nadie tendrá ninguna duda – dijo ella levantándose y lanzándonos un hechizo. Ese era muy práctico y no estaba en su diario, Leah intento memorizarle.

Una vez terminó el conjuro, los tres viajeros del futuro eran morenos y de ojos oscuros, así no llamarían demasiado la atención pensó Jezabel.

  • Esta noche hay un baile en la casa de Lady Winchertt, los cuatro estamos invitados, mi marido ha accedido a no venir con nosotros y marcharse al club de caballeros, así que yo también me uno en vuestra misión. Ahora contarme todo lo que sepáis y yo también os pondré al día sobre esta sociedad y a los oscuros que conozco – dijo su anfitriona mientras se acercaba a la mesita y servía té en las tazas.
  • Estamos buscando la daga de Esus, nuestra misión es destruirla y evitar que Guillermo se haga con ella y saque a Ereshkigal de la prisión cuando regrese a nuestro tiempo – le informó Leah mientras intentaba sentarse con el aparatoso vestido. Las risitas de Erik y Nergal llegaron a sus oídos actuando como catalizador de su enfado.
  • ¿De qué cojones os reís? – les ladró Leah enojada.
  • De nada. Nada nos hace gracia – decían los dos mientras intentaban sofocar las carcajadas. Leah al fin consiguió sentarse y se dio cuenta de que sus lindos y llenos pechos estaban casi a la altura de su barbilla.
  • ¡Por el amor de los dioses! ¿No se supone que esta época era puritana? ¿No es esta época en la que los hombres no pueden tocar o ver las manos desnudas de las mujeres? – preguntó Leah sarcástica.
  • Querida, esta sociedad es puritana para lo que quiere – respondió resignada Jezabel – por cierto, el tal Guillermo del que habláis ¿no será el conde Whalance?
  • Pues sí, ese hombre se hace llamar Guillermo Whalance en nuestra época, ¿es él un anakim verdad? – preguntó Leah.
  • Sí, es el anakim más atractivo y perverso que he conocido – contestó Jezabel torciendo el morro. Leah no pudo evitar pensar en Alan, su anakim era el más bonito y atractivo del mundo – hoy tendréis oportunidad de acercaros a él, estará en el baile con su sobrino y su mujer – aclaró esta mientras dejaba la taza de té en la mesa y ayudaba a Leah a levantarse – tendrás que llevar este traje todo el día para que te acostumbres y esta noche no parezcas una campesina disfrazada – dijo Jezabel mientras sonreía. Los chicos no pudieron evitar romper a reír y a Leah, para evitar matarlos, no le quedo más remedio que reírse con ellos.

Leah se sentía extraña con su nuevo pelo, el color oscuro era muy lindo y Jezabel había aprovechado y se lo había alargado hasta la cintura, según la mujer, en esa época el pelo de las damas tenía que ser muy largo para poderse recoger con soltura en esos intrincados peinados que llevaban. Leah daba gracias cada segundo en el que el corsé la impedía respirar, por haber nacido en el siglo XX ,y con cada traspié que daba por pisarse el vestido rezaba por poder volver pronto a su añorado 2012. Leah tenía que ser totalmente sincera consigo misma, y mientras comía junto a sus compañeros y a los señores de la casa, se dio cuenta de que lo que más extrañaba del futuro era a Alan Brown. No sabía cómo ni porque amaba a ese anakim, él representaba todo lo que había odiado y combatido durante su vida, y sin embargo allí estaba ella, soñando con un amor imposible, un amor que les podía costar la vida o la cordura a ambos.

Leah tomó en ese momento la decisión más difícil de toda su vida, cuando volviera a su tiempo, se apartaría de Alan, no quería condenarlo a una tortura infinita, ella podría tener paz en la muerte, pero él lo pasaría mucho peor, no estaba dispuesta a arriesgarse a que le hicieran daño, además, él era inmortal y ella aunque ahora lo fuera, lo que tenía era solo una inmortalidad prestada, una que se acabaría en cuanto detuvieran a Guillermo, y la verdad era que Leah no quería pensar en la otra posibilidad, solo seguiría siendo inmortal si Ereshkigal escapaba de su prisión. Jamás se había sentido tentada por ser inmortal, pero ahora la confusión y el caos reinante en su corazón la confundían en extremo. La mejor solución era alejarse de Alan, y esa era su próxima meta, solo deseaba ser lo suficientemente fuerte para hacerlo.

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