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viernes, 18 de julio de 2014

Quimera



Capitulo 11



Una vez terminamos de cenar Di Carlo me dijo que dentro del hotel que había encima del restaurante tenían una preciosa galería fotográfica y que necesitaba mi opinión sobre las fotos, pude ver la mentira en su rostro antes incluso de saliera de sus labios, pero decidí acompañarle.

La galería era tremendamente grande y yo comencé a sentirme mal al poco de entrar... mi lengua se sentía adormecida y comenzaba a sentir cierto hormigueo en el cuerpo, decidí hablar antes de que fuera demasiado tarde.

  • No me encuentro bien, es posible que hubiera algo en mal estado en la cena – le dije a Di Carlo y a la vez puse en alerta a la policía que esperaba siguiera escuchando y viendo a través de los artilugios.
  • No había nada malo – dijo esa vez con una voz realmente macabra – te he investigado... no tienes amigos, y solo tienes a tu padre... eres la victima perfecta – aseguró con una risa.
  • ¿De que hablas? - le dije perdiendo todos los formalismos. A mi lengua le constaba un triunfo vocalizar.
  • El exquisito postre tenía una sorpresa, Benzodiecepina... dentro de poco estarás completamente paralizada, pero consciente – según dijo eso mis piernas flaquearon y me acerqué como pude a una mesa de pie que había en medio de la diáfana estancia. Situé mi bolso a duras penas sobre la mesa mientras él observaba atentamente una fotografía.
  • Fuiste tu...el de las noticias el asesino violador... - le dije acercándome a él muy a duras penas y cayendo a sus pies. El se dio la vuelta y me tomo entre sus brazos. Hundió su cara en mi cuello y aspiró con fuerza.
  • Si, mis hazañas ya son mundialmente conocidas – se regodeó mientras besaba mi cuello. Mi cuerpo estaba completamente inerte.
  • Pero algunas han sobrevivido y no recuerdan nada – le dije para intentar sacar mas.
  • Si, es una mera maniobra de distracción, yo violo hasta cansarme y luego un amigo mio las desangra o las deja con vida y las hace olvidar... - estaba describiendo a un vampiro.
  • ¿Un Vampiro? - preguntó mi lengua ya casi sin movilidad.
  • Si – dijo divertido – vaya... parece que conoces ese mundo – no se demoró mucho más y me tumbó con fuerza en el suelo mi lengua ya no obedecía las ordenes de mi cerebro, tenía que haber dicho pintalabios mucho antes, me regañé a mi misma mientras escuchaba como se rasgaba mi vestido.
Todo sucedió muy deprisa un borrón se movió de un lado a otro de la sala, yo tenía la vista puesta en el bolso y de golpe desapareció. El vampiro había llegado, supuse, pero supuse mal.
Unos brazos fuertes tiraron de Di Carlo hacia atrás dejándome expuesta en ropa interior y sin poder mover ni un solo musculo.
Escuché varias ordenes de quien me pareció Chris y fue en ese momento en el que entraron varios policías armados. Antes de que llegaran a mi el demonio ya había neutralizado al violador, es decir lo había dejado KO, y me había lanzado su chaqueta por encima. Era una proeza que el demonio no le hubiera partido el cuello.
Sentí como unos brazos fuertes me sujetaban y me apretaban contra un duro y cálido pecho. Quería llorar, pero no podía, mi cuerpo no respondía a ninguna orden de mi cerebro.
Chris me dejo en la ambulancia y desapareció entre todos los policías, el técnico sanitario me administró algo por vía intravenosa y a los pocos minutos comencé a tener movilidad en las extremidades y demás músculos del cuerpo.
Una vez estaba lo suficientemente bien para que me dejaran salir de la ambulancia, salí disparada en busca de Chris, pero no le vi por ningún sitio, sin embargo vi como una ambulancia atendía al señor Di Carlo que no hacia más que gritar que aquello era un error y que yo había tratado de seducirle, menos mal que había imágenes que lo demostraban... imágenes, Chris se había arriesgado a ser descubierto por entrar antes de tiempo para ayudarme y por eso lo primero que había hecho fue deshacerse de la cámara para que no pudieran grabarle utilizando sus poderes...

Estaba exhausta, Gordon se pasó todo el camino que tardamos desde el hotel hasta mi casa, disculpándose y preguntando si había cualquier cosa que pudiera hacer por mi. En ese momento lo único que yo quería era ver a Chris y agradecerle que me hubiera salvado. Pregunté por él y solo pudieron decirme que había salido detrás de un segundo sospechoso.
El vampiro habría estado cerca, por lo que no era difícil asumir que Chris había salido detrás de él.

Gordon me dejo en la puerta de casa, nada más entrar me quite la bata que me habían dado en la ambulancia, desabroche mi ropa interior y me metí de lleno en la ducha.
Quería quitarme la sensación de sus manos y su boca sobre mi piel, quería olvidar lo indefensa que me había sentido y sobre todo quería dejar de sentirme tan sucia. Todos aquellos sentimientos me recordaron a esas pobres victimas que no sobrevivieron y a esas otras que lo han hecho pero que no recuerdan absolutamente nada de lo sucedido... por una parte casi mejor en ese caso que no puedan recordarlo.
Un vampiro puede hacerte olvidar todo lo que quiera... esas palabras tomaron un nuevo cariz... había sido un vampiro quien me había secuestrado cuando tenía veinte años, o al menos había sido un vampiro el que me había devuelto a mi familia sin memoria... ¿podría Nathan Mills tener algo que ver? Si, seguro que él sabía lo que había pasado, incluso había intentado hacerme recordar, pero la pregunta era otra... ¿Querría yo recordar aquello que olvidé o seria algo demasiado doloroso?

Mi cabeza daba mil vueltas a todo cuanto había sucedido, aun con el tema de Nathan en la cabeza, no podía dejar de sufrir por esas victimas de ese mal nacido y el miedo estaba comenzando a inundar mi torrente sanguíneo. ¿Dónde se había metido Chris?

Nada más salir de la ducha me di cuenta de que el albornoz estaba en la lavadora por lo que cogí una de las toallas pequeñas y me la enrosque en el cuerpo.
Antes de salir del baño escuché unos pasos en la escalera del descansillo, no lo dudé y salí corriendo hacia la puerta. Antes de que el demonio la tocara yo ya la tenía abierta.

  • ¿Dónde demonios estabas? - le dije a la vez aliviada y enfadada.
  • Dando caza al vampiro compinche de Di Carlo – explicó él todavía parado en el rellano, luego me miro de arriba abajo y fue cuando me di cuenta de que tan solo llevaba puesta la toalla, me armé de agallas e intente no darle mucha importancia.
  • Pasa y espera a que me vista – le ordené dejándole perplejo y no protestó.
  • ¿Has conseguido dar con él? - le pregunté desde el baño mientras me ponía mi pijama.
  • Si, ya no va a ser ninguna amenaza – dijo con una sonrisa en la voz que solo pude escuchar. Salí del baño y me fui a sentar junto a él en mi viejo sofá.
  • ¿Lo has matado? - pregunté horrorizada, pero no por el hecho de que lo matara, sino por el hecho de que me parecía de lo más normal que lo hubiera hecho.
  • Si – contestó sin más - ¿Cómo te encuentras? - me preguntó clavando sus ojos azules en los míos.
  • Bien, ya estoy perfectamente – le dije quitandole importancia a los siete u ocho moratones que me había visto mientras me duchaba.
  • Mentirosa – espetó él con mala cara – pero esto te enseña a no volver a meterte en este tipo de berenjenales.
  • Gracias por salvarme – le dije generando un confuso y extraño silencio – te debo una – apunté para destensar un poco ese momento tan sobrio.
  • En realidad me debes dos – dijo él mirándome con suspicacia - Yo me quedé pensativa... pero no encontré ningún momento más en el que me hubiera salvado la vida o hubiera hecho algo como para que le debiera un favor.
  • Yo creo que solo una... - dije en voz alta mientras pensaba.
  • Me voy a dormir – gruñó él disgustado. Se levantó de golpe del sofá – y tu deberías hacer lo mismo – ordenó y sin más se fue hacia la puerta y desapareció tras ella.

Estuve al menos tres horas dando vueltas en la cama, no podía parar de pensar en lo que ese monstruo les había hecho a esas siete mujeres, cuando por fin logré estar en un extraño y soporífero duerme vela, algo me asusto y me incorporé de inmediato viendo un borrón en la habitación que salia por la ventana.
Había noches en las que me sentía observada... pero esa vez había sido la única en la que me había despertado y había pillado al intruso.
No me di cuenta de que había gritado hasta que Chris entro en la habitación cargándose la cerradura de la puerta.

  • ¿Qué pasa?¿Qué son esos gritos? - preguntó. Estaba con el torso desnudo y respiraba con fuerza mirando hacia todos los rincones de loft.
  • Creo que había alguien espiándome desde la esquina – le dije señalando hacia el rincón que había entre la cocina y el televisor.
  • ¿Qué aspecto tenía? - preguntó acercándose a mi.
  • No lo sé solo he visto un borrón saliendo por la ventana, era muy rápido – reconocí.
  • Esta bien, no creo que vuelva esta noche, si ocurre algo avísame – dijo dándose la vuelta para marcharse.
  • ¿Por qué te preocupas tanto por mi? - pregunté recelosa.
  • No lo se... digamos que me siento... protector contigo, es como cuando tienes un gatito – dijo con toda la naturalidad del mundo. Me estaba comparando con un animal de compañía.
  • ¡No soy ninguna mascota! - le grité tirándole un cojín a la cabeza antes de que desapareciera por la puerta.

Tenía más que asumido que esa noche no iba a ser capaz de pegar ojo y volví de nuevo a dar vueltas y vueltas en la cama. Eran casi las seis de la mañana pronto amanecería y yo necesitaba una buena cura de sueño si quería enfrentar el nuevo día con positividad.
Antes de que me diera cuenta estaba cerrando con llave la maltrecha cerradura de mi apartamento y estaba subiendo las escaleras hacia el loft de Chris quien me esperaba en la puerta con la ceja levantada a modo de pregunta.

  • ¿Qué haces aquí? - preguntó irritado.
  • No puedo dormir y has roto mi cerradura, me debes una noche en tu casa, que tú has dormido en la mía – le dije arrugando el entrecejo. Pase sin ser invitada y fui directamente hacia el sofá... ¿Dónde coño estaba el sofá?
  • Si quieres dormir aquí tienes que hacerlo en la cama o el suelo – dijo riéndose mientras miraba mi expresión aturdida.
  • ¿Por qué no tienes sofá? - pregunté completamente indignada.
  • No lo uso, anda acuéstate en la cama que yo me voy a sentar en el puff a ver la televisión, ya no tengo sueño – dijo él mientras iba a servirse su café especial.
  • Vale, espero que hayas cambiado las sabanas hace poco – le dije mientras correteaba hacia la cama que era mucho más grande que la mía. Obvio por un lado, ya que al no tener sofá había más espacio para esa pedazo de cama.
    Las sabanas olían a limpias y a el perfume que usaba él, me sorprendí a mi misma arropada por aquella embriagadora sensación y no tarde casi nada en dormirme.



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