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jueves, 17 de julio de 2014

Quimera




Capitulo 8


Esa noche fue casi imposible dormirme, di muchas vueltas, las sabanas se enredaban en mis piernas, el calor me comenzaba a consumir y todavía no había entrado el verano. Decidí levantarme a tomar un vaso de agua y fui casi a oscuras hasta la cocina, antes de llegar a ella escuché unas voces en el rellano de la escalera, venían del apartamento de arriba, Me asomé a la mirilla y pude ver como un hombre pasaba a toda velocidad y segundos más tardes pude ver a Chris desplomarse en el suelo frente a mi puerta.
Las luces estaban apagadas, pero el demonio se tocaba el estomago y le costaba levantarse.
Actué antes de pensar con claridad, arriesgándome a que el atacante todavía estuviera allí, salí corriendo y tiré del maltrecho demonio hacia dentro de mi apartamento.

  • ¿Qué demonios ha pasado? - le pregunté mientras le llevaba hasta el sofá.
  • Una pequeña desavenencia con mi jefe – contestó con mucho esfuerzo mientras se recostaba. Había una muy fea quemadura en su estomago. Rasgué lo que quedaba de camiseta y fui corriendo a coger un cuenco con agua fría para limpiarlo.
  • Me imagino que no te refieres a Gordon – dije cuando volví a su lado y puse el paño con agua sobre la quemadura.
  • No, con mi otro jefe – reconoció – no te preocupes mucho, pronto se curará, el fuego de un demonio Ira como este es bastante jodido, pero mucho mejor que el de un demonio vengativo, ese ultimo deja cicatriz – explicó intentando sonar tranquilo.
  • ¿Qué has hecho para enfadarlo tanto? - pregunté para cambiar un poco el tema mientras arrastraba toda la sangre.
  • No darle lo que quiere – Era muy extraño que el demonio se abriera tanto por lo que no perdí oportunidad y le seguí preguntando.
  • ¿Qué quiere tanto como para hacerte esto?
  • Es mejor que no lo sepas... ¿Qué hacías despierta a estas horas?
  • No podía dormir, hace demasiado calor – me di cuenta en ese instante de que mientras me peleba con las sabanas y el pijama me había quedado solo con la camiseta de tirantes y las braguitas.
  • Ya lo veo – contestó haciendo que mis mejillas se encendieran. No perdí más tiempo y me fui derecha a ponerme un pantalón.
  • Cuando te cures te vas a tu casa – le dije mientras me marchaba hacia la cama, el sofá donde estaba Chris estaba a tan solo tres metros de ella – voy a intentar dormir que mañana me espera un mal día.
  • ¿Puedo dormir en la cama? - preguntó alzando la ceja. Yo me reí en respuesta.
  • Por supuesto que no – contesté divertida.
  • Buenas noches – me deseó mientras me tumbaba sobre ella. No supe como pero fui capaz de quedarme dormida teniendo un demonio de alto nivel a menos de tres metros de mi ya indefenso y soporífero cuerpo.

Noté como la claridad entraba por mi ventana y fui recordando poco a poco lo que había ocurrido esa noche. Abrí los ojos de golpe y agudicé mis sentidos.
La ducha estaba funcionando, estaba claro que el demonio se había tomado la libertad de ducharse en mi casa teniendo su piso arriba.
Me levanté de la cama y no pude realizar mi rutina mañanera, por lo que tuve que ir a servirme el desayuno antes de hacer pis.
Unos golpes en la puerta me sobresaltaron, la gente se había mal habituado a venir a mi casa en horas demasiado tempranas.
Sin darme cuenta del error, hice lo que hacia habitualmente.
Abrí la puerta.
Blake estaba allí con un ramillete de flores.

  • Buenos días nena, te traigo una ofrenda de paz – me dijo mientras entraba. El agua de la ducha se paró y con ella mi corazón. Miré por todos los lados buscando el cazo y el paño ensangrentado y lo vi en el fregadero. Empuje a Blake y le hice sentarse en la barra de la cocina de espaldas a las pruebas incrimintorias y de frente a la puerta del baño.
  • ¿Quieres café? - le pregunté con un hilo nervioso de voz.
  • Si, ¿Qué te pasa? - me dijo intentando darse la vuelta para mirarme. Después un demonio tremendamente atractivo apareció por la puerta del baño con una toalla a la cintura y otra en los hombros. Todos los músculos de su cuerpo de tensaban mientras se secaba el pelo. Aproveché la distracción para meter en la lavadora el paño ensangrentado y en cuenco. Di al grifo para quitar cualquier salpicadura que quedara.
  • ¿Qué demonios? - preguntó Blake dándose la vuelta para enfrentarse a mi.
  • Su ducha esta estropeada y ha bajado a ducharse aquí – expliqué nerviosa.
  • ¿Pretendes que me lo crea?
  • Cree lo que quieras, no voy a discutir contigo – le dije mientras le arrancaba las flores de la mano y las ponía en un jarrón azul que había sobre la encimera.
  • Chris, no tienes de que preocuparte hasta que la casera te arregle la ducha puedes hacerlo aquí – le dije al demonio que nos miraba divertido.
  • Por supuesto, muchas gracias – contestó guiñándome un ojo, gesto que no le paso desapercibido a Blake. Dicho eso y sin vestirse abrió la puerta y se marcho. Cuando se dio la vuelta reparé en la horrible cicatriz que había en su espalda, parecía una quemadura y tenía que haber sido muy dolorosa. En ese momento me acordé de lo que había dicho sobre el fuego de los demonios de venganza y las marcas que dejaba... tenía que preguntarle por ello más adelante.
  • ¿Sabes lo que diría tu padre si hubiera visto esto? - preguntó indignado.
  • Tengo casi veintinueve años no crees que seria algo normal que me acostara con hombres – contesté a la defensiva, sabiendo muy bien a lo que se refería.
  • Pero nosotros... - eso si que me dejo descolocada.
  • ¿Nosotros? - pregunté.
  • Si, tú y yo tenemos algo, estuvimos juntos... yo pensé que … - sus palabras fueron como una patada y no pude reprimir el enfado que salió en forma de verborrea vocal.
  • No hay un tú y yo, tú has estado con muchas más mujeres y yo al principio pensé que lo nuestro era algo serio, pero dejaste muy claro que no, cuando seguiste viéndote con otras, así que después de pasar un mal luto por tu culpa conseguí olvidarte, ahora no me vengas con gilipolleces, ¿Qué pasa que ahora que ya no soy la aburrida y puritana amiga te da miedo de que descubra que hay más hombres a parte de ti? Eres un hipócrita – le regañé y casi consigue un golpe con el jarrón. Tuve que controlarme mucho para no plantarle las flores en la cabeza.
  • Norah... no te pongas así – intento arreglarlo pero no iba a dejar pasar más tonterías.
  • Es mejor que te marches, no estoy de humor para discutir contigo – de hecho tenía muchas más cosas en las que pensar y de las que ocuparme que de él. Tenía que ayudar a un gran vampiro a encontrar a mi madre y a saber para que la quería.

Una vez Blake se marchó fui derecha al baño para hacer mis interrumpidisimas necesidades y para ducharme.
Mientras el agua me caía sobre la piel, recordé quien había estado en esa ducha hacia menos de treinta minutos y sin darme cuenta me sorprendí a mi misma más excitada de lo que debería.

  • Me dejé aquí la ropa – dijo una voz al otro lado de la cortina de la ducha. El corazón casi se me sale del pecho.
  • ¿Cómo has entrado? - le pregunté al demonio sintiendo demasiado delgada la cortina que nos separaba.
  • Por la puerta.
  • Me lo imagino, pero estaba cerrada – dije sacando la mano por la cortina y cogiendo mi albornoz. Me lo puse y descorrí la cortina.
  • ¿De verdad piensas que una simple cerradura nos deja fuera? - preguntó divertido – estas más verde de lo que pensaba. ¿Te he metido en problemas con tu amorcito? - me preguntó sonriéndome. El baño no era lo suficientemente grande para los dos y yo sentí como mi pulso se aceleraba cuando más se acercaba a mi.
  • No, ningún problema, ademas no es mi pareja – aclaré sin necesidad.
  • Si necesitas alguna pareja puedes llamarme cuando quieras, me muero de ganas de ver ese pequeño cuerpecito tuyo – me susurró al oído haciendo que todo el vello de mi piel se erizara.
  • Fuera – le dije con el poco autocontrol del que disponía en ese momento. No podía negar que me sentía atraída por él, pero ¿Quién en su sano juicio no miraría a ese hombre con lujuria? Su perfecta tez, su pelo moreno alborotado y sus ojos azul oscuro, todo ello aderezado con una sonrisa cautivadoramente sexy y peligrosa. Me estaba perdiendo en mis pensamientos cuando me di cuenta de que el demonio había salido del baño.
  • Hoy tengo el día libre, ¿Qué te parece si te enseño un sitio estupendo para que hagas tus fotos? - eso no me lo esperaba.
  • Tengo una cita esta noche – le dije mientras me vestía dentro del baño. Mis simples Jeans y mi blusa negra a rayas. Cambié las botas por unos bonitos zapatos de tacón negros y ya estaba lista para enfrentar otro día.
  • ¿Con quien? - preguntó el demonio mirándome con esa sensual sonrisa en su rostro.
  • Eso no es de tu incumbencia – contesté lanzandole la toalla que había dejado tirada en mi salón-cocina-dormitorio.
  • Bueno, pues otro día será, por cierto... gracias por lo de anoche – dijo esa vez sin enfrentar mis ojos. No era habitual que el prepotente demonio se sintiera agradecido con alguien, podía verlo en su rostro.
  • De nada, pero me debes una – dije divertida mientras me sentaba en el sofá.
  • En realidad creo que no te debo nada, estamos en paz – dijo pensativo, luego cambió de tema – Hoy no has tomado tu hierro – observó divertido.
  • Ni he desayunado... y me siento mejor que nunca – reconocí extrañada.
  • Eso es el poder de la sangre – se rió él divertido.
  • Pero no voy a volver a hacerlo nunca... ademas ¿no tienes reparos a la hora de matar a la gente? - le pregunté realmente interesada.
  • No, no me preocupa, estoy por encima de ellos en la cadena alimenticia, y tú por mucho que lo niegues también lo estas, de todas formas no es necesario matar para conseguirla, a veces matamos solo por diversión – sus palabras me devolvieron rápidamente a la realidad. Estaba hablando tranquilamente con un asesino sentado en mi sofá. ¿Cómo era posible que hubiera olvidado algo así tan rápido?
  • Ahora veo el miedo en tus ojos... ese miedo es el que despierta mi lado salvaje... despierta mi lado depredador – explicó sonriéndome divertido – ese miedo es el que infunde a mis poderes, soy un demonio del miedo, me encanta rodearme de humanos y provocarlos esa sensación, ese sentimiento hasta que se destruyen unos a otros... y cuando tengo que cazar... bueno esa no es una excepción...
  • ¿No puedes sentir pena por ellos? - mi pregunta lo dejo completamente descolocado, creo que yo era la única imbécil capaz de preguntar a un demonio algo así.
  • Solo evito hacer eso con los niños pequeños... no me gusta – lo que dijo me dio un ápice de esperanza, pues desde que me había enterado de lo que era, el miedo a convertirme en un monstruo me había comido por dentro.
  • Vaya... pues por lo que veo en este mundo cada uno elije como quiere ser, si no quieres ser malo no tienes porque serlo – me dije más a mi misma que al demonio.
  • Si, pero esta dentro de tu naturaleza – se excusó él.
  • Ya... pero hasta tú tienes tu corazoncillo – le dije acercándome a él y tocándole el pecho con la mano. Cuando me di cuenta de que ambos nos habíamos levantado y estábamos uno en frente del otro me puse nerviosa, intenté quitar la mano pero él la agarró con la suya y la apretó con fuerza contra su pecho.
  • Pero nunca te debes fiar del corazón de un demonio – susurró acercando su boca a la mía. Fue un simple roce con sus labios sobre los míos, pero mi corazón no podía dejar de latir a mil por hora... Chris se separó bruscamente de mí sacándome de la nube emocional en la que me encontraba.
  • Tengo que irme – dijo sin mirarme y esa vez no se molestó en mantener las apariencias, salió de mi casa a velocidad demoníaca. Literalmente.

Mi corazón no dejaba de palpitar como una locomotora, tenía que hacerme con un novio pronto, ¿Qué demonios pasaba conmigo? Los chicos de mi facultad no me parecían atractivos, los compañeros con los que trabajaba para las diferentes revistas tampoco, más de uno me había pedido una cita y les había dado calabazas, iba a tener que replanteármelo, pasar tanto tiempo sola no es bueno para el cuerpo.

Esa mañana tenía que ir a las oficinas de la National Galery, me habían concertado una reunión con el señor Di Carlo, un experto en fotografía artística. Hacia más de un mes que tenía preparados todos mis books con mis mejores fotografías, pero antes de guardarlos todos decidí incluir una fotografía mas.
La melancolía de Nathan Mills mientras miraba por la ventana de su apartamento... esa foto tenía que estar en ese libro.

Poco antes de las doce ya estaba preparada y lista para salir en dirección a la galería, cargué al hombro todo mi trabajo y ese día decidí tomar un taxi, no quería llegar sudada a mi segunda reunión con Angelo Di Carlo.
Todavía podía recordar como si fuera ayer la primera vez que nos conocimos, todo fue muy accidentado, él había tropezado con una camarera y había estampado un canapé en una de mis fotografías. Varios artistas urbanos habíamos alquilado la galería para exponer de forma autodidacta nuestras obras y el señor Di Carlo pago muy bien por tener en su casa esa fotografía manchada de canapé de salmón, de hecho ya ni recordaba que fotografía era.

Cuando llegué a su despacho allí estaba él tal y como le recordaba, solo habían pasado dos años de aquel incidente.

  • Cuantas ganas tenía de verla de nuevo señorita Blow, siéntese por favor – me dijo mientras me estrechaba la mano y me señalaba una silla.
  • Un placer volver a verlo, su secretaria me llamo porque estaba usted interesado en que realizara algún trabajo, ¿correcto? - pregunté nerviosa. Ese hombre era uno de los mayores magnates financieros de Nueva York, un contrato con su galería y tendría la jubilación asegurada.
  • Me gustaría incluir a un nuevo fotógrafo en mi plantilla, se que estas muy especializada en suburbios y ese tipo de fotografía extraña y marginal es la que necesitamos ahora. Nuestros fotógrafos se han vuelto demasiado vagos y simplones, sus trabajos ya no me dicen nada por lo que me gustaría contratarla – sus palabras me dejaron boquiabierta – Si mal no recuerdo mi secretaria le dijo que trajera alguna de sus obras.
  • Si, aquí tiene dos libros, hay unas veinte fotografías, he hecho una criba, no quería aburrirle con demasiadas, estas son un ejemplo de lo que hago – expliqué nerviosa.
  • ¿Conoce a Nathan Mills? - preguntó dejándome pasmada. La fotografía del final... dios no tenía que haberla puesto, estaba claro que todos los magnates se conocían.
  • Si... bueno, es una fotografía en la que le pillé desprevenido, no sabe que se la hice... - me excusé.
  • Tranquila, un secreto entre ambos – contestó divertido – Me gusta mucho su trabajo, y también me gusta usted, ¿Qué le parece si hablamos sobre los términos laborales y salariales en una cena esta noche? - había quedado con Nathan, pero tenía que cancelarlo, no podía dejar pasar una oportunidad así de buena.
  • Esta bien, dígame donde y cuando – dije sonriendo.
  • La recojo en su casa a las ocho – aclaró levantándose y estrechándome de nuevo la mano. Parecía mucho más joven de lo que en realidad era, según la revista Forbes tenía cuarenta y dos años, pero no aparentaba mucho más de treinta y siete, aparte de ser un hombre que se cuidaba era atractivo, pero había algo que no encajaba. Había podido sentir varias mentiras en lo que me había dicho, no sabía muy bien aislar exactamente en que me estaba mintiendo, pero podía decir que con total seguridad no me estaba diciendo toda la verdad.

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