Capitulo 16
Los
tres viajeros de tiempo aparecieron en el salón central de la casa
de Lein, allí estaban esperándoles sus tres compañeros y Alan, a
quien sorprendió ver a Leah con ese aspecto de damisela. Después el
día que ella se había marchado, supo al mandarle un beso con la
mano, quien era, pero cuando la vio morena, con sus ojos oscuros y
vestida igual que la última noche que la vio en Londres, casi se cae
de rodillas, la emoción de saber que siempre había amado a la misma
mujer, la angustia de no poder hacerla feliz, la felicidad que su
sonrisa le inyectaba en su muerto corazón, jamás habría un hombre
que amara a una mujer con más fuerza que él. Estaba seguro.
Para
asombro de todos los que estaba en el salón y para angustia de Alan,
Leah se dejo llevar por sus sentimientos y le abalanzo corriendo al
pecho de éste que la recogió posesivamente con los brazo y la
apretó fuerte contra él. Eso había sido un error, pero Alan no
podía dejar de abrazarla, ya todo le daba lo mismo, lo único que
deseaba era estar junto a ella.
Hubo
mucho revuelo alrededor de la pareja, los cuchicheos flotaban por el
salón como pelusas, pero ambos estaban tan centrados el uno en el
otro, que no le dieron importancia, hasta que una voz conocida les
interrumpió.
- ¿Qué demonios está pasando aquí? – dijo Lein mirando fijamente a la pareja que se había convertido en el centro de atención de todas las miradas.
- Abuelo, amo a este hombre y me voy a casar con él – las palabras de Leah impactaron como una bola de demolición en el pecho de Alan, haciéndole sentirse el ser más feliz de la tierra, pero la mirada envenenada del druida no prometía que esa felicidad fuera eterna.
- Yo también la amo, la haré feliz siempre, no puedo vivir sin ella – reconoció Alan poniéndose delante de Leah y escudándola de las miradas de asco y repugnancia de casi todos los que se iban reuniendo en la sala.
Los
habitantes de Ullion llegaban cada vez más rápido desde todas las
partes del pueblo, para recibir a los recién llegados, pero lo que
se encontraron al llegar era sin duda algo que hubiesen querido
evitar ver.
- ¡Él es un monstruo! – gritaron Nergal y Erik al unísono.
- No lo es, y aunque lo fuera, me daría lo mismo – rebatió Leah volviéndose a poner frente a Alan.
- Esto lo discutiremos en otro momento, márchense a casa – dijo Lein dirigiéndose a las personas que habían entrado en la casa.
- ¡Pero, eso es traición, hay que matarlos! – gritaban casi todos indignados.
- Necesito olvidar esto hasta que todos me hayáis puesto al día – dijo Lein cuando todos los que no tenían nada que ver con las misiones se habían marchado.
Leah
y Alan se miraron nerviosos, pero finalmente aceptaron aplazar la
discusión y posible ejecución a otro momento. El grupo de Leah
contó todo lo que había sucedido en el pasado, nadie se extraño
demasiado de los acontecimientos sucedidos, pero lo que más impacto
fue la declaración de grupo de Hank. Habían capturado a Guillermo y
habían destruido la máquina del tiempo, Leah se dio cuenta que en
el momento en el que cogieron a Guillermo regresando del pasado la
Diosa les había teletransportado de nuevo al futuro, entendiendo que
ya no había ningún motivo para que siguieran en el pasado.
- ¿Realmente le habéis cogido? – le pregunté sorprendida a Phaul.
- ¡Pues claro que sí! Qué pasa hermanita, ¿no me crees capaz? – dijo mientras se reía y se repanchingaba en el sofá al lado de su hermano. Alan y Leah permanecían agarrados de la mano y sentados solos en el tresillo de madera más alejado de Lein.
- ¿Dónde le tenéis retenido? – preguntó Nergal que se mantenía de pie lanzando a miradas envenenadas a la pareja de enamorados.
- Está en un sitio seguro, no puede escapar, ya le hemos amputado las dos piernas para que no sea capaz de moverse – dijo Selene con una tranquilidad pasmosa. Leah no pudo evitar estremecerse, la compasión no era una de sus virtudes, pero ahora que estaba enamorada de una de esas criaturas, lo veía todo con otros ojos, y a cada segundo que pensaba en el estado de Guillermo no podía evitar sentir vergüenza y culpa. Alan se dio cuenta de la reacción de Leah y apretó fuerte su mano. Jamás dejaría que nadie ni nada hiciera daño a esa mujer, la única mujer que le había amado tal y como era, con sus defectos y sus virtudes.
- Pronto terminaremos de despedazarle y enterraremos cada parte de su cuerpo en un lugar remoto de la tierra, es la única manera de destruirles – aclaró Hank que le había leído la mente a Leah y Alan.
- Bueno, pues eso es todo, la daga ha sido destruida, la máquina del tiempo y el mismo Guillermo también, ahora les pido por favor, que me dejen hablar a solas con mi nieta y el anakim – Leah dio un respingo asustada, su abuelo nunca se había referido a Alan con el término anakim, las cosas no pintaban nada bien y ellos lo sabían.
Nadie
discutió las ordenes del maestro druida y todos se marcharon a sus
cuartos, dejándolo solos a los tres.
Cuando
el ruido de puertas abriéndose y cerrándose en la parte de arriba
de la casa cesó, Lein enfrento a su nieta con la mirada, una mirada
muy distinta a la que la pareja esperaba y que los dejo sin palabras.
Lein sonreía satisfecho y feliz.
- ¿O-Ocurre algo? – preguntó Alan atónito.
- Sabía que esto terminaría así, Alan, siempre me has hablado de esa bella mujer que conociste en Londres, siempre supe que era mi querida Leah, el oráculo me avisó hace treinta años de que esto sucedería, en un principio estuve confundido, siempre pensé que sería tu padre el encargado de cumplir esta profecía, pero cuando Alan y tu os conocisteis, pude sentir la fuerza de vuestro destino en el aire – Lein tomo aliento y se puso serio – pero esto no va a ser una camino fácil, Nergal me pidió tu mano antes de marcharos y no se rendirá hasta que no te cases con los votos sagrados, por otra parte… esta el final de la profecía, un final que me atormenta desde que se que sois vosotros…
- ¿Qué final? ¿De qué estás hablando? – preguntó Leah impaciente apretando fuerte la mano de Alan. Se temía lo peor, su corazón siempre la había dicho que esa era una relación imposible y que tarde o temprano acabaría mal.
- La profecía quedo abierta a dos finales, uno de ellos decía así; La muerte los separara en esta vida, pero volverán a estar juntos y felices en la siguiente. El otro final es el más extraño y místico, pues no lo puedo interpretar. El deseo de estar juntos convertirá en asesino a uno de ellos, las fuertes emociones le darán valor para atravesar el corazón inmortal. – terminó Lein agachando la mirada.
Los
dos hombres se quedaron varios minutos congelados pensando en la
última profecía, el ultimo final tenia para Leah un significado
mucho más claro que para nadie. Ella debía apuñalar a Alan y
arrancarle su inmortalidad, él tenía que sobrevivir a la puñalada
con la daga, según las historias, muy pocos lo lograron pues había
que infringir una herida mortal, solo la fuerza de voluntad y las
ganas de vivir podrían empujar al herido a recuperarse. Leah cayó
de repente en algo mas, el primer final de la profecía auguraba el
fallecimiento de uno de los dos… ¿podría ser que Alan no se
recuperase? ¿Podría significar que no sería capaz de sanar y
moriría? ¿Qué haría ella sin él? Se preguntó a sí misma.
Moriría, estaba segura de que no podría vivir sin él, ella siempre
se había burlado de esas personas que le decían que morirían por
un ser amado y que si faltara no tendrían más remedio que
suicidarse y seguirlo a donde estuviera. Ahora lo entendía, ella lo
estaba experimentando en carne propia, y ni tan siquiera se conocían
lo suficiente. En ese momento fue cuan Leah se dio cuenta de que el
amor no se rige ni se mide con el tiempo que hayas pasado junto a esa
persona, sino por la intensidad de los sentimientos que te provoca al
estar cerca de ella. Le amaba y haría todo lo posible para que
estuvieran juntos.
- Creo que se a lo que se refiere el segundo final de la profecía, pero antes de explicároslo, ¿podría ir a buscar a Phaul? – Preguntó Leah poniéndose de pie.
- Mmm…adelante, ve – dijo su abuelo con la misma expresión confundida de Alan.
Leah
subió deprisa las escaleras y se precipito al cuarto de Phaul sin
llamar. Erik y él estaban sentados a los pies de la cama con miradas
sombrías, ambos se sobresaltaron de manera cómica cuando la joven
entró de golpe.
- Te necesito abajo conmigo, ¿vienes? – jadeó Leah en dirección a su “hermano”.
- Sí, ¿Qué pasa? – dijo este mientras se ponía de pie y atravesaba la habitación deprisa.
- No hay tiempo, luego os pongo a todos al día – aclaró la muchacha tomándole de la mano y arrastrándole escaleras abajo.
Cundo
ambos llegaron al salón donde Lein y Alan estaban esperando
impacientes, Leah se disculpo con ellos y mirando directamente a
Phaul, le comunicó sus intenciones.
- Teletranspórtame a mi apartamento de Chicago – ordenó Leah. Phaul acostumbrado a no preguntar ni discutir con ella, le tomó la mano y en una milésima de segundo pasaron de estar en la acogedora casa de piedra situada en las Highlands escocesas al lindo apartamento de Leah. Por suerte Sun no estaba en la casa, así que ambos entraron rápido al dormitorio de Leah. Estaba exactamente igual que lo había dejado hacia ya tres meses. La muchacha no perdió el tiempo y se agacho para coger el baúl de madera que había debajo de la cama.
Al
abrirlo divisó inmediatamente lo que estaba buscando. La daga
resplandecía hermosa y brillante entre todos los objetos que
guardaba el cofre.
- ¿E-Eso no será…? – balbuceó Phaul que se había quedado petrificado al ver el objeto que Leah estaba sacando del viejo baúl de madera.
- La daga – dijo Leah con lagrimas en los ojos. Esa daga siempre había estado con ella, era increíble pensar que había tenido una reliquia tan importante y mortal junto a ella durante mas de quince años.
Antes
de poder volver a transportarse a la casa de su abuelo, los muchachos
sufrieron de golpe otro dolor muy parecido al que sintieron cuando su
tatuaje se había activado. Los dos supieron mientras se retorcían
de dolor en el suelo que su inmortalidad se estaba marchando con la
misma rapidez con la que había venido.
- ¿Estas bien? - preguntó Phaul ayudándola a levantarse.
- Si, tenemos que regresar – le dijo, pero antes de agarrar su mano vio por el rabillo del ojo un papel extraño que asomaba del cofre de donde había sacado la daga. Un papel que no había visto antes. Leah se agacho y tiró de él nerviosa.
Era
una nota de su preciada amiga del pasado, una nota que tenia mucho
sentido, no la había olvidado.
“Él
sobrevivirá no tengas miedo”
Protege
tus recuerdos
“Memorius
inmi protrgum”
Leah
esperaba que Jezabel no se equivocará.
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