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martes, 8 de julio de 2014

Bewaarder




                                                                     Capítulo 11

Lein entro en el salón donde estaban reunidos los cinco bewaarder y Alan, había tenido la vaga esperanza de que no eligieran a su nieta para hacer el viaje, pero dados sus conocimientos en la materia, ella era una elección perfecta, Erik era la segunda buena elección para esa misión, Lein se había dado cuenta de cómo miraba a su nieta, y estaba seguro que no era un hombre que la dejara tirada en una batalla, ademas con su fuerza descomunal y el poder de sanación de ella, ambos eran una pareja casi perfecta.

Leah vio a su abuelo entrar en el salón con la cabeza gancha, eso solo podía significar una cosa, su querida nieta había sido una de las elegidas para viajar en el tiempo. Ella no cabía en si de gozo, aunque sabía que su sobreprotector abuelo hubiese preferido elegir a cualquier otro.

  • Leah y Erik seréis los encargados de esta misión, el resto seguiréis por la zona intentado averiguar el paradero de Guillermo.
  • Alan se tenso al escuchar que el compañero de su Leah iba a ser el idiota rubio, un gruñido de rabia estuvo a punto de salir por su garganta, con suerte lo logro reprimir a tiempo. Había creado un muro para contener sus pensamientos del telépata, pero no sabía como de buena y resistente era esa pared.
Erik estaba feliz, podría pasar tiempo con Leah y por fin tendría oportunidad de cumplir su sueño y hacerla de una vez por todas suya, había sido una chica difícil, pero cuando ambos estuvieran solos, él no desistiría hasta lograr su propósito.

  • A media noche convocaremos a la Diosa para pedirla que nos ayude y os transporte a Londres en 1815, que es cuando la pista de la daga desaparece – dijo Lein dándose la vuelta para marcharse.

Todos se quedaron callados durante un momento, Phaul rompió el silencio y fue metiendo conversaciones sin sentido para quitar hierro al asunto. Los demás bewaarder no estaban muy contentos por la elección de los dos viajeros del tiempo.

Lo único que a Leah le preocupaba era Alan, con quien por desgracia no podía hablar en publico, y se moría de ganas de estar con él. Se lanzaban miradas cargadas de promesas cuando nadie los veía Por mas que le fastidiara reconocerlo, Leah se estaba enamorando de él, su corazón bombeaba la sangre a un ritmo mas frenético cada vez que él estaba cerca y las ganas de acurrucarse a su lado cada vez eran mas fuertes e indomables.

Mientras esperaban a que llegara la media noche Leah se puso los auriculares de su Ipod y se relajo mientras bloqueaba sus pensamientos sobre Alan, su memoria no hacia mas que joderla, recordando sus dos encuentros con él, sus dos besos desgarradores.
¡Para! Se dijo a si misma, Hank estaba en la sala y siempre tenia la mente puesta en los pensamientos ajenos.

Las doce llegaron antes de lo que Leah se había imaginado, así que se guardo su reproductor de música en el bolsillo del vaquero y se unió a los demás que ya se estaban preparando para marchar al Groven.

Una vez estuvieron en la sala central donde habían estado esa mañana, Leah comenzó a ponerse nerviosa. ¿Qué sucedería si no encontraban la daga y no podían destruirla antes de que Guillermo la localizara? ¿Qué se encontrarían al regresar al futuro? ¿Qué cosas vería en ese pasado? Todas esas preguntas revoloteaban en su mente como si fueran palomas enjauladas.
Leah tenia el presentimiento de que algo malo iba a pasar, tenia la sensación extraña de que cuando convocaran a la Diosa algo realmente malo iba a suceder.

La triadé comenzó a lanzar un cántico extraño en gaelico y los pelos de Alan se pusieron de punta, eso solo significaba una cosa, algo extraño iba a suceder.

Cuando los tres hombres dejaron de cantar, una fogonazo de luz azul destello por toda la estancia cegándolos a todos. Cuando Leah recuperó la vista pudo ver a una hermosa mujer parada en medio de la estancia. Vestía un traje extraño, muy parecido a los que utilizaban los elfos, pero con muchos mas detalles y bordados.
La Diosa Ériu había llegado.

  • Estimada Diosa – dijo Lein – queremos pedirte un favor – antes de que Lein terminara de hablar, la melodiosa voz de la mujer le interrumpió.
  • Se por que me habéis invocado, no voy hacer que perdáis el tiempo con mas explicaciones, pero como ya sabéis, me debéis algo a cambio – dijo ella mientras retiraba su largo cabello rojo de su cara.
  • Todo lo que este en mis manos, sera tuyo, incluso mi vida – dijo Lein. A Leah se le pusieron los pelos de punta, sabía que algo malo iba a suceder, pero no estaba dispuesta a perder a su abuelo por un capricho de la Diosa.
  • ¿Estas seguro de lo que dices? – preguntó ella arqueando una ceja y sonriendo incrédula – muy bien, pues solo pondré dos condiciones a este viaje que vais a realizar – dijo ella mientras miraba a Erik y a Leah – mi hermano Nergal desea ir con vosotros y también desea desposarse con tu nieta – le dijo a su abuelo. Leah comenzó a temblar de miedo.

Alan se quedo petrificado ante las palabras de la Diosa. Bajo su cadáver, pensó mientras esta vez si, un gruñido furioso salia de su garganta. Nadie reparó en Alan y Leah dio gracias al cielo que así fuera, si hubiesen visto su reacción tan posesiva hacia ella, hubiesen firmado su sentencia de muerte.

  • ¿Qué ocurre si me niego? – preguntó Leah rompiendo el pesado silencio y la conmoción que había reinado en la estancia.
  • ¿Te niegas? – contraatacó la Diosa frunciendo el ceño.
  • Sabes tan bien como nosotros que este viaje al pasado es para salvar al mundo de Ereshkigal y eso también les interesa a los dioses… ¿estas dispuesta a no ayudarnos y dejar que Guillermo la saque de la prisión? – dijo Leah con la furia y la rabia patente en su voz.
  • ¿Estas dispuesta tu a no cumplir mi requisito y condenar a todos a la muerte o la esclavitud? – la maldita perra tenia razón. Leah estaba entre la espada y la pared, así que tomo medidas desesperadas.
  • Estoy de acuerdo en que nos acompañe y también en que me corteje, pero la ultima decisión la tengo yo, si no me gusta le mandare a paseo – dijo enfrentando los ojos negros de Ériu . La Diosa, para asombro de todos, se río con ganas.
  • Estoy de acuerdo con tu proposición, pero debes saber que nadie se le resiste a mi hermano, ni siquiera tu pudiste hacerlo… - antes de que Leah asimilara esas ultimas palabras, otro fogonazo de luz, esta vez negra, arrollo el salón.

Leah se quedo congelada mirando la nueva figura que se había materializado. Sus ojos quemaban con lagrimas de ira y rabia.

Nyhan Wilks, supuesto policía de Chicago estaba parado frente a ella taladrándole con su mirada y regalándola una de sus sonrisas más ardientes.

  • ¿Qué demonios haces tú aquí? – le gritó Leah mientras se acercaba a él y le empujaba. Todos los asistentes al espectáculo contuvieron el aliento esperando la respuesta del dios, pero Leah ya no le tenía miedo, se sentía engañada y utilizada, incluso si la apurabas demasiado hasta se sentía violada.
  • Yo también me alegro de verte – dijo él mientras atrapaba su mano y dejaba a su poder de seducción filtrarse hacia ella. Leah se resistió a la extraña sensación de lujuria. No es real, no es real… repetía el mantra una y otra vez en su cabeza hasta que la sensación se extinguió por completo, después volvió a enfrentar los ojos del dios.

Nergal estaba desconcertado e impresionado por la fuerza de voluntad de su futura consorte, era la primera mujer capaz de resistirse, pero lo cierto es que no había utilizado ni el sesenta por cierto de su poder, no sería capaz de resistir se a él durante mucho tiempo. Ojala la pudiera tomar por las buenas, ojala ella le aceptara y le quisiera, pero si no lo hacía, él podía obligarla a hacerlo.
Decidió tomar el toro por los cuernos y se inclino a besarla utilizando parte de su poder, a ella le pillo tan desprevenida que no pudo resistirse a su encanto y se entrego a él.

Alan gruño y se lanzó contra la pareja, antes de que llegara a ellos unos fuertes brazos le inmovilizaron. Erik y Hank estaba sujetándolo. ¿No se daban cuenta de que la estaba engatusando con lujuria? ¿No veían que la estaba violando delante de ellos?

El gruñido de Alan la hizo despertar del ensueño provocado por Nergal. Alan… su Alan, al pensar en él el hechizo que la tenia sujeta re rompió en mil pedazos. Antes de que Nergal pudiera reaccionar Leah le pateo las pelotas y lo tiro al suelo. Esta vez Lein y Selena tuvieron que sujetarla para que no siguiera pegándolo.

Alan estuvo muy orgulloso de su mujer, había roto el hechizo y las pelotas de un dios, no cabía en sí de gozo.
En ese momento se dio cuenta de que estaba “pensando en voz alta” justo al lado de Hank y antes de que pudiera reprimir sus pensamientos, todos sus recuerdos con Leah pasearon por su mente como un torbellino, los estaba delatando, la estaba condenado a muerte, pensó mientras miraba fijamente los ojos del telépata. No cabía duda de que lo había visto todo, ahora la vida de Leah estaba en sus manos. Lo cierto es que a Alan no le importaba una mierda lo que le pasara a él, solo tenía miedo por ella, por la única mujer a la que había amado. ¡Estaba enamorado de ella!, esos sentimientos fluyeron por su cuerpo como un bálsamo, nunca había estado enamorado, pero estaba seguro que ahora lo estaba de Leah Morgan.

  • No os voy a delatar, ¿realmente pensasteis que me lo podíais ocultar? Lo sé desde el primer día que os mirasteis – le susurró Hank al oído, dejándolo perplejo. Hank le sonrió – el amor no se puede manipular – dijo señalando con la cabeza a Nergal – yo no soy ni juez ni verdugo, pero tener cuidado nadie aquí es tan comprensivo y con la escena que acabas de montar… todos están empezando a sospechar algo – terminó Hank.
  • No podía creerse que el bewaarder le hubiera dicho eso y mucho menos que no fuera a delatarles. Aunque para desgracia de Alan, ahora había un problema mucho más serio. El Dios supremo de inframundo.
  • Cada vez que me rechazas me gustas mas, princesa – dijo Nergal mientras se ponía de pie.
  • Me has controlado desde el día que nos conocimos… - dijo Leah para sí misma. Alan se tensó. ¿Ya se conocían? Las palabras de la Diosa fluyeron por su mente “…nadie se le resiste a mi hermano, ni siquiera tu pudiste hacerlo…” Su ira se volvió a incendiar al darse cuenta de lo que había pasado. Su Leah había dormido con él. Los celos le desgarraban el pecho y tuvo que controlarse mucho para no saltar sobre la cabeza del Dios y arrancársela de cuajo.
  • No hiciste nada que no desearas – espetó él muy arrogante – ahora es mejor que nos centremos en la misión.
  • Tiene razón – dijo Lein que estaba tan blanco como la pared. No quería ver a su niña en brazos de un monstruo y gracias al cielo, ella tampoco lo quería.
  • Iré con ustedes al pasado, cogeremos la daga y la destruiremos – dijo Nergal dirigiéndose a todos los ocupantes de la sala.
  • ¿No seria mejor traer la daga al futuro y apuñalar con ella a la Diosa? Se supone que es el único arma capaz de destruir a un Dios – dijo Selene dejándonos a todos perplejos por su razonamiento.
  • No exactamente, la daga de Esus lo único que le hace a un inmortal, es arrancarle la inmortalidad y dejarle indefenso, solo la convertiríamos en mortal – explicó la Diosa Eriu.
  • Siendo mortal podríamos matarla fácilmente, ademas seria perfecto tenerla en la actualidad para matar anakims – dijo Hank – sin ofender – se disculpó girándose hacia Alan. Éste meneo la cabeza sin darle importancia.
  • ¡No! Ese arma ha de ser destruida y debéis jurar que no traireis esa daga al futuro, ninguno de vosotros podréis traerla – dijo la Diosa mientras lanzaba su hechizo, un conjuro que Leah sospecho, era para evitar que nos trajéramos la daga escondida.
  • Está bien, ¿Cuándo podemos marcharnos? – preguntó Leah impaciente por terminar con todo eso.
  • Ahora mismo – dijo la Diosa. Hank la interrumpió.
  • ¿Podría hablar con ella antes de que la envíes al pasado? – preguntó Hank sorprendiéndoles a todos con su petición.
  • Les doy cinco minutos – contestó Ériu.

Leah se acerco sorprendida a Hank que estaba junto a Alan, cuando llego a la altura de ellos, Hank les hizo a ambos un gesto para que le acompañaran a una de las salas vacías. Leah se tenso. Hank había averiguado lo que había entre ellos, estaban perdidos.
Una vez los tres entraron en la sala y cerraron la puerta Hank cortó la diatriba que iba a comenzar Leah.

  • Como ya le dije a él, no estoy aquí para juzgaros, solo os he traído para que podáis tener una despedida, se lo que es estar enamorado y realmente siento mucho que lo vuestro sea… prohibido e imposible – dijo Hank mientras les daba la espalda y salia por una puerta adyacente para evitar que los demás supieran que les había dejado solos. Leah estaría siempre en deuda con él.
  • No voy a ser la consorte de nadie – le explicó Leah.
  • ¿Ni siquiera la miá? – Preguntó él con una de sus arrebatadoras sonrisas. Leah se puso colorada.
  • La tuya si – le contestó ella llenándole el corazón de calor.
Alan se acerco a ella y la cogió por la cintura, poco a poco bajo sus labios hacia los de Leah y la tomo con su boca. El beso a diferencia de los otros dos, era tierno y erótico. Leah noto como los colmillos de Alan se extendían, pero no la importo y los acarició con su legua provocando un gemido desgarrador que salió desde el centro del pecho de anakim. Estaba duro y deseoso de ella, la pena era que no había tiempo suficiente para tomarla allí y en ese instante. Aunque para ser sincero consigo mismo, no creía que aguantara demasiado dentro de su cálido cuerpo. Hacia mil quinientos años que no tomaba a una mujer y ninguna le había excitado tanto como esta, estaba seguro que la primera vez la defraudaría muchísimo. El miedo le traspaso mientras mordía su cuello y la besaba. ¿La haría daño al tomarla? La maldición de los de su clase era una fuerza y una rapidez descomunal, mucho antiguos amigos suyos habían matado a sus amantes mientras follaban, porque lo que ellos hacían, no se le poda llamar hacer el amor. Dejo de pensar en eso y se concentro en seguir comiéndose a besos a esa increíble mujer.
Leah podía sentir su excitación, sus besos eran cada vez mas ansiosos y salvajes, no podía recordar cuando había pasado, pero amaba a ese hombre, sentía cosas por él que no había sentido por nadie en sus veintidós años de vida.

  • Ejem… - el sonido de la voz tosca de Hank les saco a ambos de sus pensamientos y de su goce.
  • Debo irme – le dijo ella.
  • Te prometo que estaré aquí cuando regreses – le dijo Alan mientras la cogía por la cintura otra vez y la daba un ultimo beso.
  • Vamos entonces – dijo Hank mientras se dirigía a la puerta. Alan se quedo clavado en el sitio, los demás confundidos le miraron preocupados.
  • ¿Qué ocurre? – preguntó Leah inocente. Hank se río de manera perversa, había leído los pensamientos de Alan.
  • ¿Os importaría compartirlo con el resto de la clase? – dijo Leah cruzándose de brazos y mirándolos a ambos con el ceño fruncido.
  • Creo que tu amigo esta… demasiado cachondo para salir – Leah se quedo con la boca abierta y no pudo evita echarle una ojeada a los vaqueros ajustado de Alan.

Alan estaba muy duro, y al parecer su tamaño no ayudaba mucho para disimular el bulto. Leah se sonrojó y salió corriendo de la habitación después de lanzarle a Alan un beso con la mano.

El ultimo gesto de Leah había sido tan tierno, no recordaba la ultima vez que alguien le había lanzado un beso con la mano, espera un momento… si que lo recordaba, lo recordaba como si fuera ayer... ¡Era ella!.

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