“Mihail”
Keiran
Aislyn se desplomó
en mis brazos, no sabía que hacer, ¿Cómo iba a llevarla con
Mihail? Era una locura, pero ella me había pedido ir con él, no me
gustaba nada la idea, pero no se me ocurría nada mas, así que me
trasporte hacia el palacio y deje a Aislyn detrás de unos arbustos,
corrí hacia el edificio y allí en la puerta estaba Lord Mihail,
parecía estar esperándome, no dude.
- Aislyn necesita tu ayuda – le grité, rápidamente corrió hacia mi y ambos fuimos hacia los arbustos.
- ¿Qué demonios ha pasado? - dijo mientras le quitaba el torniquete y apartaba el bolso con la gata, que parecía de lo más contenta en ver a Mihail.
- Luna, la ha mordido – le confesé.
- Hay que sacarle el veneno – Mihail sabía que moriría si él la sacaba el veneno, pero hizo algo que me sorprendió, no lo dudo, se agacho al cuello de Aislyn y la mordió. ¿Qué había entre estos dos? ¿Por qué el Lord de los oscuros renunciaba a su vida por ella?
- Vas a morir – le dije no sé por qué.
- Lo sé, pero no puedo dejar que ella muera, Railyn no me lo perdonaría – dijo después de sacar sus colmillos del cuello y mirarla fijamente a los ojos. Ella los abrió por décimas de segundo y yo caí en esa premonición que había tenido donde Mihail la mataba.
- Para ya, creo que ya está limpia – le dije sin tener ni puta idea si era cierto o no.
- Si, ya tiene la sangre limpia – dijo él mientras se desplomaba. La gata de Aislyn se acercó a el y le lamió la cara.
- ¿Qué tengo que hacer ahora? - le pregunté mientras se sumía en la inconsciencia.
- Llévatela a un sitio seguro – contestó y algo muy extraño ocurrió después, una nube de polvo se arremolinó sobre Mihail y de pronto se convirtió en un gato negro. Entrecerré los ojos y utilicé mi poder de Nephelim. Los vi, vi a los dos gatos bajo otra perspectiva. Vi a una mujer muy parecida a Aislyn y a Mihail, eran sus almas y estaban muy felices de encontrarse. Los dos gatos salieron corriendo hacia el bosque y yo cogí en mis brazos a la bruja. La lleve a la cueva.
La deje sobre el
suelo y conjuré una bola de fuego para que nos caldeara, su hechizo
había sido mejor que el mio, pero al menos estábamos calientes, eso
si, también estábamos más expuestos ya que la luz salia de la
caverna y podía dar a conocer nuestra ubicación.
La bruja respiraba
cada vez mejor y luchaba por recobrar la consciencia, pero solo le
duraba dos o tres minutos.
Un click muy
débil sonó en el silencio de la cueva y segundos después escuché
el sonido de algo metálico cayendo al suelo. Mi brazalete, se había
caído, se había abierto.
Por fin era libre.
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