DOS MESES DESPUES
“La nueva Idris”
Idris
Habían pasado dos meses desde que
habíamos cerrado la grieta. yo me había construido una pequeña
casa en los arboles que rodeaban la cabaña de Aislyn y Keiran. Era
un loft, con una pequeña cocina americana y tan camuflada o más que
la de mis ahora mejores amigos. Aislyn me había enseñado a usar
parte de mi magia y ya casi lo tenia controlado y Keiran había sido
muy paciente conmigo mientras intentaba enseñarme a luchar cuerpo a
cuerpo, aunque jamas seria capaz de defenderme como dios manda, había
mejorado algo. Mi maestro me recomendó que en caso de llegue una
situación en la que tuviera que defenderme únicamente con mi cuerpo
lo más acertado era que corriera lo más rápido posible. Era un
desastre, mi cordinación con los movimientos o más bien falta de
ella había hecho que me lesionase a mí misma más de una vez.
Xander se quedo con nosotros solo tres
días, después se despidió educadamente y se marcho, no hablo mucho
durante el tiempo que estuvo, pero no hizo falta que lo hiciera,
estaba igual de preocupado que nosotros por lo de Chistian, aunque
sus motivos eran distintos a los nuestros.
El nox vino a la cabaña en dos
ocasiones para informarnos sobre los movimientos que estaban haciendo
los demonios para reunirse. De Chistian no habíamos vuelto a tener
noticias, y tampoco me gustaba que nadie mencionara su nombre, no
podía evitar sentirme culpable por todo lo que había sucedido y me
destrozaba el corazón el simple hecho de pensar en él.
Me había hecho una promesa a mí
misma, tenia que olvidarme de él, tenia que seguir con mi
interminable vida y asumir que el Chistian que había conocido, al
que había amado con todo mi ser sin darme cuenta durante tantos
años, estaba muerto. Era mucho más fácil conciliar el sueño de
esa manera y así es como debía ser.
Tenia que dejar de torturarme.
Un grito desgarrador captó mi atención
de inmediato, había venido de la cabaña de Aislyn. Salí corriendo
de mi loft y me lancé hacia el suelo desde los arboles, no sentí
sobre mi cuerpo la caída de más de quince metros, desde que era
inmortal había desarrollado mucho más mis poderes y ahora era dura
como una roca y estaba mucho más delgada, algo que había comenzado
a preocupar a Keiran.
Entré en la cabaña como un elefante
en una cacharrería.
- ¿Qué pasa? - pregunté después de tirar un jarrón que había en la entrada y de quedarme con la puerta en la mano. Todavía me costaba controlar mi fuerza.
- Mañana sin falta lo arreglas todo – me gritó Aislyn que estaba sobre el sofá blanco. Su cara estaba desencajada, su gesto de dolor era desgarrador y su intento de respirar como la indicaba su marido trajo mi mente la imagen de un pez boqueando fuera del agua.
- Esta de parto, ayudame – me suplicó Keiran que tenia a su mujer agarrada de la mano, aunque era más bien Aislyn quien le estrujaba la mano.
- Yo no tengo ni idea de lo que hay que hacer – dije arrepintiéndome de inmediato por haber acudido en su auxilio. Intente darme la vuelta y dejarlos solos, pero Aislyn me detuvo.
- ¡Tu no te marchas de aquí, ayudame a tener este bebe! - Me gritó la parturienta mirándome con los ojos inyectados en sangre.
- Esta bien, ¿Qué hago? - pregunté acercándome a Keiran.
Todo paso increíblemente rápido,
Aislyn se puso a empujar con cada contracción. Yo tenia que hacer
todo el trabajo sucio ya que ella se negó a soltarle la mano a su
marido, mano que seguramente después de esos apretones tendríamos
que amputarle. En menos de una hora la cabeza del bebe asomo regando
el precioso sofá blanco de sangre y liquido amniótico.
Me dejé llevar por mi instinto y
cuando la cabeza estaba casi fuera de su vagina se la sujeté y
comencé a tirar con mucha suavidad. No hizo falta mucho más
esfuerzo, el resto del cuerpo del bebe salió patinando fuera
envuelto en muchos fluidos que no sabía identificar. Antes de que
sus padres lo vieran, sucedió algo extraño, como si fuera un
holograma. Unas alas blancas brillantes se proyectaron sobre la
espalda del niño. Aislyn ahogó un grito cuando lo vio y juro haber
visto los ojos de Keiran humedecerse.
Las alas desaparecieron de la misma
manera de la que había aparecido y deposité al niño sobre el pecho
de su madre que lloraba de emoción.
- Gregory – dijeron los dos al unisono. Un mazo golpeó mi corazón al pensar la ilusión que le habría hecho a Chistian saber que el niño se iba a llamar como su hermano pequeño.
- ¿Qué son esas alas que le han salido? - pregunté casi sin querer.
- Él es la luz, Gregory es el líder de la luz... - dijo el padre casi ensimismado.
- Keiran... algo no va bien... - susurró Aislyn haciendo que los dos nos giráramos para mirarla. Estaba demasiado demacrada.
- Hay que sacarle la placenta – dijo él. Me dieron al bebe que inmediatamente arropé con una toalla limpia que tenían preparada y Keiran comenzó a presionar con sus manos sobre la tripa de Aislyn. No pude aguantar los sollozos y los gritos y me fui con el bebe a la cocina.
Al cabo de media hora, Keiran se reunió
conmigo en la cocina, había lavado a su mujer y la había llevado a
la cama para que descansara, me quito al bebe de encima y se dispuso
a limpiarlo a el también. Había preocupación en su rostro, pero no
me atreví a preguntar.
No me separé de su lado y le fui
ayudando en todo lo que me pedía hasta que el bebe estuvo limpio y
vestido.
Fuimos al dormitorio donde Aislyn
dormía.
- Cariño, despierta, hay que darle de comer – le susurró su marido dulcemente. Ella inmediatamente abrió los ojos y cogió al pequeño. Ambos se acomodaron y Gregory rápidamente encontró su pecho.
- Es precioso, enhorabuena a los dos – les dije casi con lagrimas en los ojos.
- Gracias Idris, muchas gracias por ayudarnos, no sé que habríamos hecho sin ti – dijo ella avergonzándome.
- No he hecho nada... - le quité importancia. Keiran me miró de una manera extraña y por su expresión pude entender que quería que saliera fuera de la habitación. Obedecí inmediatamente.
- Ahora venimos cariño – le dijo él mientras me seguía.
- Tenemos un problema – espetó nada más cerrar la habitación.
- ¿Qué?¿Qué pasa? - pregunté asustada.
- Los tatuajes de Aislyn han desaparecido – no sabía a que tatuajes se refería, nunca le había visto ninguno – cuando solo era una simple bruja realizó un hechizo que la marcó la piel con unos extraños tatuajes, un vampiro dio su vida por ella y fue así como a través de ellos Aislyn obtuvo la inmortalidad. Me temo que al dar a luz al niño, ella le ha transferido sin querer su inmortalidad. Está enfermándose y a pasos agigantados.
- ¿Estás seguro? - pregunté estupefacta.
- Veo el aura, siento a las personas y la siento a ella, mortal y enferma. Tengo miedo Idris – me dijo cogiéndome de los brazos y enfrentando mis ojos. Nunca había visto semejante expresión en su rostro, las piernas empezaron a temblarme y un agujero comenzó a taladrar mi estomago. Si él estaba asustado las cosas no pintaban nada bien.
- ¿Qué podemos hacer? - pregunté nerviosa.
- Tu tienes el poder de sanar, tú y Chistian juntos podéis sanar, lo dicen los libros... lo dice la Profecía, la leyenda... tienes que ayudarme, si la pierdo moriré con ella, no podría soportarlo... yo... - Keiran se estaba viniendo abajo. Lo que me pedía era imposible, era impensable.
- No, eso no es posible, la Profecía es demasiado ambigua y tiene miles de interpretaciones – le dije intentando pensar.
- Hay que avisar a Railyn y a Mihail – dijo sin mas.
- Ya estamos aquí – dijo una voz dulce que ya había escuchado antes. Railyn en su forma humana.
- Ella se está muriendo – escupió Keiran a bocajarro antes de siquiera saludarlos.
- Lo sé – dijo ella agachando la mirada. Mihail que estaba a su lado la abrazó con ternura.
- Keiran, no son ellos juntos los que podrían sanarla – dijo el vampiro – Es el orbe que juntaron los dos quien tiene ese poder.
- ¿Voy a por él ahora? – pregunté nerviosa.
- Si, traelo – me instó Mihail. Fui corriendo a mi cabaña y saque el orbe de una preciosa y antigua caja de madera con incrustaciones que me había regalado Aislyn, al parecer era un recuerdo de una buena amiga suya del pasado. Con el orbe en la mano corrí de nuevo hacia la cabaña.
- Hay un problema que debes saber Idris – dijo Railyn – el orbe sirve para trasferir la inmortalidad de un ser a otro, no la crea de la nada, quien quiera que le de el orbe a mi hija perderá su inmortalidad y perecerá en el plazo de un año.
- Estoy dispuesta – dije sin pensarlo dos veces. Quería a aquella familia como si fuera la mía y yo ya no tenia nada en este mundo por lo que seguir viviendo. Chistian, el Chistian que amé ya no estaba allí.
- No pienso permitirte que te sacrifiques – me gritó Keiran – yo seré quien le daré la inmortalidad a mi mujer.
- Ni lo sueñes – le dije lanzándome a gran velocidad hacia el cuarto donde se encontraban mi amiga y su bebe. Keiran no fue capaz de detenerme y puse el orbe sobre la mano de la muy débil y convaleciente Aislyn.
Sentí como parte de mi era arrastrada
hacia el orbe y transferida directamente al cuerpo de la muchacha, no
había dolor como cuando obtuve la inmortalidad del demonio, ahora
sabía de donde había provenido esa inmortalidad, fue como recordar
aquella fatídica noche de nuevo, esa vez con más detalle. El
equilibrio tenia que ser restaurado, Chistian como líder oscuro, y
el pequeño Gregory como el líder de la luz. No sabía de donde me
venían todas aquellas ideas certeras, pero no quería que parase de
fluir esa información.
Supe con certeza que tenia que morir,
que yo era el desequilibrio entre el bien y el mal, yo tenia que
hacer ese sacrificio final del que tanto hablaban las profecías,
mientras entregaba mi inmortalidad todo comenzaba a encajar en mi
cabeza y sin darme cuenta comencé a aceptar poco a poco mi muerte,
incluso llegue a anhelarla más de lo que habría pensado. Mi mejor
amigo estaba probablemente muerto, mi familia hacia ya más de cien
años que se habían convertido en polvo y Chistian... bueno el
Chistian que conocía al que casi no me dio tiempo amar... ese
Chistian también había muerto en mi corazón.
- Estoy preparada – me dije a mí misma en voz alta cuando todo terminó.
- ¿De que hablas? - preguntó confuso Mihail.
- No sé como puedo estar tan segura, pero mi destino es morir, yo estoy desequilibrando el mundo, la balanza esta completamente desequilibrada, la oscuridad nos desequilibra completamente, había que elegir, Aislyn o yo.
- No entiendo nada – Dijo Aislyn soltando el orbe y agarrando mi mano mientras seguía tendida sobre la cama. Su color había mejorado mucho y ya se le veía mucho más sana.
- Yo tampoco lo entiendo, pero no me arrepiento de nada – les dije con certeza.
- ¿Estas loca? - dijo Keiran apoyado por los asentimientos de cabeza de su mujer.
- No está loca, este es probablemente el ultimo sacrificio del que hablan todas las profecías – dijo Railyn abrazándola con los ojos llorosos. No quería llorar, no quería tener que dar más explicaciones y utilicé mi super velocidad para desaparecer de allí. La pena era que se equivocaran...ese no iba a ser el verdadero sacrificio que tendría que hacer.
Subí a mi casa árbol para hacerme una
maleta con provisiones, alguna manta y ropa de abrigo ya que era
finales de diciembre y el frió comenzaba a azotar la zona, los
primeros copos de nieve no tardarían en rodearnos.
Escuche detrás de mi un golpe sordo y
sin pensármelo dos veces me agache y lance la pierna hacia atrás
tomando por sorpresa al intruso que cayó al suelo con estrépito.
Xander.
- ¿Qué haces aquí? - pregunté poniéndome de pie y tendiéndole una mano para ayudarle a levantarse. Soltó tres o cuatro improperios y luego tomo mi mano en señal de perdón, pero en vez de dejar que yo tirara de él para levantarlo, el muy cabrón tiró de mi y fui a parar sobre su cuerpo. Con un movimiento tan rápido que consiguió marearme me colocó debajo de él y estampó su salvaje beso sobre mis labios, que se abrieron para recibirlo con más ansias de lo que hubiera imaginado. ¿Pero que demonios estaba haciendo? Me pregunté a mí misma cuando me di cuenta de que comenzaba a gustarme el beso del demonio. Inmediatamente utilicé toda mi fuerza para apartarle y me levanté con rapidez.
- Vaya, nunca pensé que me devolverías el beso – dijo sonriéndome.
- ¿Qué haces aquí? - volví a preguntar intentando no sonrojarme.
- Pareces un disco rayado – me recriminó mientras se sentaba sobre mi cama y botaba para comprobar la estabilidad – parece cómoda, ¿la usamos? - le fulminé con la mirada y no hizo falta mucho más para que se dejara de tonterías y me contestara de una vez.
- He venido a informaros – dijo poniéndose serio – Chistian ha tomado ya el control de todas las legiones de demonios, yo me he infiltrado en las filas del sur, donde no me conocen ni han escuchado nada sobre mi. Han aniquilado a casi todos lo humanos del mundo, solo quedan unos cien y todos están reunidos en estas zonas. Chistian ha prohibido su exterminación, quiere cazarlos con vida, quiere... crear una granja con ellos, quiere revivir la especie para someterla y que los nox y demas demonios de dieta liquida que quedan puedan alimentarse – sus palabras me dejaron helada, pero le insté a que continuara con el relato – Es muy poderoso, ha destruidos a dos legiones enteras de nox porque no le juraron lealtad, por lo que haciendo cálculos quedan, doscientos o doscientos cincuenta demonios y cien humanos.
- ¿Sabes donde está él ahora? - pregunté
- Si, está a unos quinientos kilómetros de aquí, en una pequeña mansión al borde del rió – inmediatamente supe a que mansión se refería – Ha regresado a su casa – susurré para mí misma. Chistian comenzaba a recordar... estaba en su antigua casa y ¿cual era mi suerte? Tenia al nox para que me trasladara allí en un abrir y cerrar de ojos, me iba a ahorrar ocho o nueve días de caminata sola por el bosque.
- Tienes que llevarme hasta él – dije a bocajarro. Los ojos de Xander se agrandaron con sorpresa e incredulidad.
- ¿Estas loca?¿Para qué quieres ir allí? - preguntó levantándose de la cama.
- Tengo que hablar con él antes de... bueno antes de irme – le dije con la voz más temblorosa de lo que me habría gustado.
- ¿Qué? Dejalo... da igual, es una locura, es un suicidio que vayas hasta él – Contestó sin saber que ya me daba lo mismo, si no me mataba Chistian me mataría el destino en cuestión de un año.
- Ayudame a llegar allí, no te obligo a que te quedes conmigo, solo ayudame a llegar y luego podrás irte – le suplique.
- No es tan fácil, puedo acercarte a doscientos kilómetros de la mansión, pero luego tienes que seguir a pie por lo que si andas unas diez horas diarias tardaras tres días y medio en llegar – dijo el demonio haciendo mentalmente el calculo.
- Pues hazlo, acercame lo máximo que puedas.
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