Capitulo 39
Todavía no podía
creerme que hubiéramos dejado atrás a Chris o que él nos hubiera
abandonado… cada minuto que nos alejábamos de allí me angustiaba
más.
Vi por el espejo
retrovisor como un coche negro nos daba alcancé a una velocidad
descomunal, saqué el brazo por la ventanilla y le hice un gesto con
la mano para que nos adelantara. Cuando estuvo a mi altura pude ver
al loco conductor. Chris.
- Pararos en el siguiente camino, tenemos que cambiar de coche - nos dijo a gritos por la ventana. Eso fue lo que hicimos y nos echamos a un lado en la carretera que ya comenzaba a verse diferente. Los secarrales que nos había estado acompañando todo el viaje se convertían ahora en pantanos llenos de humedales y vegetación frondosa. Vegetación que utilizamos para ocultar el Dodge y subirnos al Lexus de Chris.
- ¿Es robado? – pregunté sentándome a su lado.
- No, si lo hubiera robado tendríamos a todos detrás de nosotros. Lo he alquilado – aclaró al ver dudas en mi rostro.
- Tiene sentido – reconocí mientras el demonio volvía a ponernos en la carretera.
- Me has dejado atrás pequeña quimera – me reprochó con un tinte extraño en la voz. ¿Estaba dolido?
- Lo siento… yo… bueno nosotros teníamos que salir de allí – me expliqué atropelladamente.
- Lo sé y has hecho bien, estoy seguro de que yo hubiera hecho lo mismo – reconoció el demonio clavando sus ojos en los míos durante un segundo que se hizo eterno.
- Mira a la carretera Casanova que no quiero morir en un accidente – le dijo Blake.
Yo enchufé la
radio y busqué una emisora de música local, nadie protestó por lo
que se quedó sintonizada durante largo rato.
Fue un alivio
cuando vimos el primer cartel de New Orleans, por fin estábamos
llegando. Apenas nos quedaba una hora para entrar en la ciudad y
antes de que pudiera percibirlo, algo me golpeó por dentro, me quedé
casi paralizada.
Sentía algo
extraño en el estomago, una magia muy fuerte me estaba comiendo por
dentro. Podía sentir como mis sentidos se embotaban… sentía como
mi yo más cruel y sádico salía poco a poco a la superficie.
Una persona
distinta estaba tomando consciencia de mi cuerpo y de mí. Podía
percibir como me poseía el ansia de sangre, muerte y sexo… mis más
bajos instintos destrozaron mi humanidad, mi pudor y mi amor.
Intenté pedir
ayuda y hablar… pero mis compañeros no podían percibir nada, y yo
no podía moverme ni vocalizar nada, no podía y sentí como la
angustia me consumía a la vez que esa magia me liberaba…
No quería decir
nada, no quería pedir ayuda, no debían darse cuenta de que había
cambiado… tenía que mantener el secreto para poder disfrutar sin
que me pudieran detener.
Había nacido una
nueva quimera, una muy poderosa y sedienta de violencia y sangre.
- ¿Qué demonios pasa? - dijo de pronto Blake sobresaltándonos a todos. Yo me puse en alerta.
- Siento a un demonio muy poderoso, y esta muy cerca... ¡pero que mierda!¡ Norah!
Antes de que
pudiera seguir hablando me lancé hacia la parte de atrás me senté
a horcajadas sobre mi sorprendido amigo y hundí mis dientes en su
cuello.
El sabor de la
sangre era brutal, sentirla bajar por mi garganta... notarla como
inundaba mi boca con cada pulsación de mi presa.
Escuché a lo
lejos los gritos del vampiro y del demonio y dentro de mi éxtasis
pude percibir que habían detenido el coche.
Tenía que ser muy
rápida si quería escapar de ellos.
Chris me agarró
por la cintura y tiró de mi hacia fuera. Nathan se acercó a Blake y
le presionó la herida con un pañuelo de tela.
- ¿Qué cojones te pasa? - me preguntaba el demonio. Su agarre era muy fuerte, necesitaba actuar un poco para que aflojara su abrazo.
- ¡Oh dios mio! - grité echándome las manos a la cabeza - ¿Estas bien?Lo siento mucho Blake – me disculpé con mi amigo y en ese momento lo sentí. El demonio había aflojado el agarre lo suficiente como para que yo pudiera zafarme sin problemas de sus garras y situarme en el otro extremo.
- No puedo sentir a Norah... ya no siento una quimera en su cuerpo, siento un demonio... no se donde ha ido a parar su mitad de ángel, pero aquí no esta – les dijo Blake.
- Y yo si me disculpan, me marcho de fiesta – les dije haciéndoles un grosero, pero divertido gesto con la mano.
Salí corriendo a
velocidad demoníaca y volé por los pantanos en dirección a la
ciudad, me había quedado con hambre y tenía muchas granas de saciar
mi sed de sangre.
Me sentía libre,
y me sentía bien, no me preocupaba nada, ni Olivia, ni Chris, ni mi
padre... ni si quiera me preocupaba lo que estaba pasando entre
Nathan y yo.
Me gustaba esa
sensación de libertad, de falta de conciencia, escrúpulos y culpa.
Se sentía
maravilloso.
No tardé mucho en
encontrar un bar de camioneros oculto entre unos parajes verdes
frondosos y con olor a caimán.
Era un club de
señoritas, uno de esos clubs donde los hombres van a comerse con los
ojos a las mujeres que bailan...
Yo me los iba a
comer a todos... pero de forma literal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario