“La
víspera”
Idris
Todo estaba preparado la mañana del
día antes de la gran batalla o como se había empezado a llamar, el
Ragnarök.
La gente había dejado de entrenarse
por orden de Xander, ese día era para disfrutarlo, aunque Chistian
había dicho que a los humanos solo se los incapacitaría para luego
recluirlos en sus granjas, no estaba muy segura de que cumpliera su
promesa.
Para nuestro asombro, varias brujas más
venidas desde Alaska, se habían incorporado a nuestras filas en esos
últimos meses.
Todo el mundo estaba disfrutando de
esas últimas veinticuatro horas.
La colmena se había convertido en todo
un precioso pueblo, las mujeres y los niños habían sembrado huertos
y flores, habían limpiado las calles y las casas, todo volvía a
resurgir de sus cenizas. Los niños corrían felices mientras algunos
hombres salían a cazar por los alrededores , siempre seguidos de
cerca por una de las brujas que tenia el poder de sentir el mal y de
atraer las presas por lo que no tardaban más de una hora en
regresar, siempre sanos y salvos.
Ese día iría a visitar por última
vez a Aislyn y a Keiran, estaba aplazándolo cada vez más, pero la
verdad era que no sabia como enfrentar sus rostros preocupados sin
que me temblaran las piernas.
- Ven conmigo, tengo una sorpresa – me susurró Xander al oído mientras paseaba por una de las calles llena de niños.
- ¿A casa? - pregunté dejándome arrastrar por él. Su sonrisa divertida no auguraba nada bueno... o si. Me encantaba verle sonreír, cada vez que lo hacía mi corazón se llenaba de un fuego cálido y acogedor.
Cuando entré por la puerta de la casa
vi que estaban todas las persianas bajadas y había al menos unas
cien velas iluminando el salón.
El Sofá había desaparecido, en su
lugar había una enorme y acolchada alfombra que suponía había
hecho con las pieles de los miles de peluches que habíamos
encontrado en el desván de la casa.
La chimenea iluminaba la otra parte de
la estancia proporcionado el suficiente calor como para que mi anorak
comenzara a sobrarme.
El olor a rosas, azahar y canela lo
inundaba todo.
Xander se fue hacia una pequeña mesita
y sirvió dos copas de vino. Luego se acerco entregándome una, había
expectación en sus ojos.
- ¿Y bien? ¿Qué te parece? - preguntó nervioso mientras daba un trago a su copa.
- Maravilloso. Simplemente perfecto – dije sinceramente. En ese momento me olvide de todo y de todos, deje atrás mi miedo a la muerte, mi miedo a la batalla, mi desesperación y todos esos malos sentimientos que me comían por dentro. Apuré la copa de vino y la deje sobre la mesa seguida de cerca por Xander.
Antes de que él pudiera darse cuenta,
yo me había movido con rapidez y estaba junto a él besándolo con
desgarro. No le costó mucho seguirme el ritmo, rápidamente me
devolvió el beso con mucha más ferocidad.
Xander desató con facilidad la cinta
de mi pelo y lo dejo caer sobre mis hombros, metiendo sus dedos entre
mis cabellos y acercándome mucho más él.
Desabroché su camisa y él ayudo a
sacarla fuera, mientras yo hacia lo propio con mi sudadera. Los
botones de sus vaqueros se resistían a soltarse. Xander dio un
quejido de impaciencia y tiró de ellos arrancándolos.
Entre besos y caricias ambos acabamos
desnudos sobre la enorme y mullida manta de peluche. Su aroma era
embriagador, sus besos eran adictivos. Quería más de él,
necesitaba sentirle siempre así de cerca...
Mis pensamientos se esfumaron cuando él
tomo mis pechos con la boca.
Era tan erótico... nadie jamas había
hecho eso conmigo y resulto inocentemente placentero.
Mis gemidos hacían desesperarse al
demonio que, con cada gruñido sexual que emitía, pegaba más fuerte
su dura excitación contra mi sexo.
No podía esperar más quería que me
llenara ya, pero él seguía tomándose su tiempo besando y mordiendo
mis pezones.
Sentí como su miembro jugaba a la
entrada de mi sexo y arquee la espalda para darle mucho mejor acceso
y obligarle a entrar. Él ya se sabía ese truco y se separó lo
suficiente como hacerme protestar con un gruñido ininteligible.
Me miró con lujuria en sus ojos y una
preciosa sonrisa picara.
Xander quería seguir haciéndome
sufrir, pero esa vez no le iba a dejar, por primera vez en mi vida y
seguramente última, tomé la riendas en su juego sexual.
Le empujé fuertemente hacia un lado y
me coloqué sobre él apoyando mi sexo contra el suyo, ambos
palpitantes de deseo.
Sus ojos se tornaron brillantes y yo
baje mi cuerpo para poder tomarle con la boca. El gruñido de placer
que salió de la suya mientras yo lamia su miembro fue mi mayor
recompensa, pero no duró mucho.
Xander me sacó fuertemente de encima y
me tumbó sobre el nido de peluche, se colocó entre mis piernas me
penetró por fin.
Cada embestida sofocaba dentro de mi un
fuego abrasador que él volvía a encender con cada roce de su boca y
cada mirada.
Perdí completamente la noción del
tiempo y antes de que hubiera podido darme cuenta estaba volando
hacia el mejor clímax de mi existencia, en brazos del que estaba segura era el verdadero amor
de mi vida.
Xander siguió con su propio ritmo
mientras yo gemía y me recreaba en mi orgasmo.
Frente a su asombrada mirada expuse mi
cuello para que él bebiera de mí mientras seguía penetrándome, no
sabía realmente de donde me venia la certeza, pero supuse que las
ahora antiguas historias sobre vampiros y demonios no tenían que
estar muy desencaminadas.
No me confundí, sus ojos se tornaron
completamente verdes y sus pequeños colmillos se afilaron
perceptiblemente.
No tuve miedo,más bien todo lo
contrario, sentí como la anticipación endurecía mucho más su
miembro que seguía dándome embestidas de placer.
El nox agachó su rostro y expuso mucho
más mi yugular.
Antes de poder pestañear su boca
estaba sobre mi cuello y un placer punzante recorrió mi cuerpo
empujándome de nuevo otro brutal orgasmo.
Esa vez Xander me acompañaba,
derramándose dentro de mi con cada embestida.
Había sido sin lugar a dudas la mejor
experiencia de mi vida, me dije a mí misma mientras nos recostábamos
y nos tapábamos con el nido de mantas.
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