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jueves, 30 de octubre de 2014

Ragnarok 70


Que historia tan romántica”
Idris


La cocina de la cabaña era una preciosidad, bueno, la verdad es que la cabaña en si era monisima. Aislyn puso café en una cafetera y encendió un fuego con sus dedos para avivar las ascuas que había a modo de vitrocerámica.
  • Se que tienes una mala opinión de nosotros... - me dijo ella casi avergonzada.
  • Abristeis una grieta entre el mundo de los demonios y el nuestro, fuisteis los culpables de que comenzara el apocalipsis – la dije sin pensar. Intentaba coger unas tazas de un armario pero la voluminosa tripa no la dejaba acercarse cómodamente. Las cogí por ella y se las deje en la encimera.
  • Gracias – susurró ella – no lo comprendes... nosotros no la abrimos a propósito, fue un accidente – sus ojos se llenaron de lagrimas y yo me puse nerviosa, no quería que esa chica llorara y mucho menos en su estado, pero ¿Qué podía hacer? No iba a mentirla para que se sintiera mejor, yo no era así de complaciente.
  • Lo siento, pero es lo que pienso, todo ha sido por vuestra culpa – luego pensé en sus últimas palabras y pregunté - ¿Qué tipo de accidente abre una grieta en el submundo y deja escapar hordas de demonios, plagas y enfermedades?
  • El amor – sus palabras me golpearon como un mazo – Keiran y yo nos enamoramos y estaba prohibido... era antinatural, era una aberración... no pudimos evitarlo, no voy a mentirte, nosotros no sabíamos que iba a ser por eso, pero aun ahora que sabemos que nuestro amor lo desencadeno, no pienso decirte que me arrepiento de lo que hice porque él es mi vida... - sus lagrimas volvieron a aflorar, era a causa de las hormonas porque esa chica no parecía ser una llorona sensible, parecía más una guerrera, una guerrera embarazada.
  • ¿Por qué estaba prohibido? ¿Dos demonios no pueden amarse? - pregunté sin comprender muy bien lo que decía.
  • Yo no soy un demonio, yo soy una bruja. En mi mundo, en mi tiempo, los brujos vivían escondidos en clanes y Covens lejos de la civilización. Cuando los brujos cumplíamos veintitrés años se celebraba una ceremonia en la que los poderes nos asignaban un guardián para que nos protegiera, ese guardián era nuestro guiá y nuestras almas estaban unidas hasta que se liberase, si nosotros moríamos ellos también y viceversa. Ellos eran como nuestros profesores, nos hacían fuertes y nosotros a ellos también, cuando cumplían su cometido y los poderes estimaban que ya eran suficientemente fuertes por separado, la pulsera que los anclaba a nosotros se caía y se liberaban. El día de mi ceremonia los poderes me asignaron un demonio como guardián y tuvimos que huir para que no nos mataran ya que esas uniones entre la luz y la oscuridad eran erradicadas nada más completarse y era fácil destruirlas solo era cuestión de matar al brujo y de esa forma matabas también al guiá. Keiran y yo conseguimos huir, al principio nuestra relación era de odio muto, pero a medida que el tiempo pasaba no nos dimos cuenta y nos enamoramos, estaba escrito en las estrellas, el día que hicimos el amor por primera vez fue cuando se abrió el portal, el mismo día en el que tú te congelaste – Aislyn de detuvo mientras servia el café en tres tazas y ponía una bolsita de té en otra, estaba esperando que asimilara todo lo que me había contado. Estaba estupefacta, su historia no me resultaba desconocida, había leído miles de libros sobre historias de amor como la suya, vampiros que se enamoran de humanas, demonios que se enamoran de ángeles... era como si me estuviera narrando uno de mis libros... era increíble y por mucho que intentara culparos de lo ocurrido no podía, porque yo era siempre de las que mientras leía el libro les gritaba a los protagonistas “tenéis que estar juntos pase lo que pase” “olvidaros del resto, tenéis que vivir vuestro amor” estaba segura de que si hubiera leído la historia de amor de Keiran y Aislyn les hubiera instado a seguir adelante abrieran o no la grieta.
  • No se que decir... yo hubiera hecho lo mismo – reconocí mientras encontraba sus ojos que seguían húmedos.
  • Sabía que lo entenderías... no sé por qué, pero lo sabia, eres muy parecida a mi. Nuestro corazón mueve montañas – dijo ella sorprendiéndome mientras me abrazaba.




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