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jueves, 2 de octubre de 2014

Ragnarok 46


La nueva era comienza a fraguarse y los nuevos elegidos comienzan su andadura.

Comienzo de la segunda parte


Leyenda o Maldición”

Idris

Hay una leyenda que se cierne sobre todo mi linaje, una leyenda que parte de la familia considera una maldición y que la otra parte considera un don, un privilegio.
La leyenda cuenta que el séptimo hijo de un séptimo hijo sera poseedor de habilidades sobrehumanas jamas conocidas por el hombre. Nadie sabe que tipo de habilidades serán las que tenga el elegido, pero lo que si saben es que serán tan abrumadoras como poderosas.
Las investigaciones de todos mis antepasados rebelaron que solo había otra familia como la nuestra que poseía semejante secreto, pero las cosas no siempre son fáciles y en vez que cooperar entre las dos, se fundo un odio y una rivalidad tan extrema que dejaba en entredicho el odio que se tenían los Capuleto y los Montesco.

Durante muchas generaciones las mujeres de la familia habían sido prácticamente obligadas a tener como mínimo siete hijos, por lo que tengo montones de primos y hermanos, pero todavía no había ocurrido nada, el consejo formado por mi abuela y varios historiadores y científicos no habían conseguido encontrar nada esclarecedor en los miles de libros que se habían ido escribiendo a lo largo de nuestra historia.

Los libros hablaban sobre el apocalipsis, cuando el mundo llegue a su fin, dos caballeros inmunes a las plagas se encontraran entre los escombros, dos humanos tendrán que juntar sus fuerzas para parar la devastación que arrasará la tierra. Cuando el sol se alzara rojo y la luna se elevara con tintes morados, comenzaría la extinción de mundo tal y como lo conocemos. Los dos caballeros con sus decisiones serian los que salvarían a la humanidad o la terminarían de extinguir.

Solo tenían tres cosas claras; el poseedor del don seria un séptimo hijo de un séptimo hijo, las habilidades sobrehumanas comenzarían a aflorar cuando cumpliera veintiún años y que tenían que encontrar a una pareja de demonios y matarlos para frenar el avance de la devastación.
Mi abuela había tenido once hijos, de ellos solo seis le habían dado siete nietos y ahora era el momento al que se llamaba, La Inspección. Los nietos habíamos empezado a cumplir veintiún años y como había pasado durante décadas, ninguno había mostrado talentos extraordinarios.
Mañana era mi cumpleaños y me tocaba a mi ir a La Inspección, es decir, a pasar las veinticuatro horas del día observada deambulando por una habitación, para saber si era yo quien tenia el don, pero tenia suerte, había muy pocas posibilidades de que yo fuera la “afortunada” ya que mi mellizo, que falleció en el parto, fue realmente el séptimo hijo de mi madre.






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