“Una
llamada inesperada”
Aislyn
Me desperté en el
sofá blanco del salón cuando la luz del día empezó a colarse por
la ventana, recordé la noche anterior, había estado jugando con
Keiran hasta altas horas, debía haberme quedado dormida y no era la
única. Estaba recostada sobre las piernas de Keiran, que cuando notó
que me movía, estiró todos los músculos de su cuerpo. No me
incorporé de inmediato, giré mi cabeza y le miré desde abajo.
Ambos nos miramos mutuamente durante lo que pareció una eternidad.
No nos dijimos nada, el silencio no era incomodo, era natural, se
sentía bien, se sentía correcto estar tan juntos. ¿Pensaría él
lo mismo que yo?
Keiran levantó su
mano y acarició mi mejilla, una descarga recorrió mi cuerpo
calentándolo hasta extremos insospechados, sabía que él sentía mi
libido subir como la espuma, y sus ojos brillaron más verdes que
nunca. Le deseaba con todas mis fuerzas y estaba harta de
complicaciones, si pronto íbamos a morir que más daba que me dejara
guiar un poco por mis sentimientos.
Me incorporé sin
apartar los ojos de los suyos y me senté a horcajadas sobre él,
Keiran agarró mi cintura y me apretó contra su miembro duro por la
excitación. No me ande con rodeos, le bese y fue mucho más
placentero que cuando lo había hecho en la cueva. Ambos perdimos el
control, el beso mi cuello, mi clavícula, el lóbulo de mi oreja,
mis labios, todo era ansia, pasión, deseo. Un gemido se escapó de
mi garganta y le hizo perder el control de si mismo, me tumbó contra
el sofá y se situó encima de mi. Arranque su camisa y pude tocar
sus increíbles y bien formados músculos, me recree en la imagen de
su tatuaje y empecé a besar su pecho, hasta llegar de nuevo a su
boca.
El ring de un
maldito teléfono nos asustó a los dos, ambos, ya acostumbrados a
las malas sorpresas nos pusimos inmediatamente de pie, y escaneamos
el lugar con la mirada hasta dar con un teléfono móvil que había
en el mueble del hall. ¿Cómo mierda era posible que hubiera
cobertura en ese maldito lugar? ¿Quien coño había dejado ese
aparato allí?
Me acerque
corriendo a contestar mientras me acomodaba la ropa. Keiran vino
detrás de mi.
- ¿Si? - pregunté nada más descolgar.
- Aislyn, soy mama – escuchar la voz de Eleonor dejo un agujero en mi pecho.¿Debía decirle que sabía que no era mi madre biológica? Decidí que no, que era mejor que pensase que no lo sabía, porque conociéndola, seguramente lo pasaría mal por mi.
- ¡Mama! ¿Cómo estas? ¿Cómo está papa? - pregunté como si el tiempo se acabase.
- Todos estamos bien, el Coven fue atacado esta noche, ha muerto mucha gente, pero los que seguimos vivos estamos combatiendo – mis padres combatiendo, no podía ni imaginarlo. La angustia y la preocupación se apoderó de mi por completo.
- Huir, venir aquí conmigo – la imploré.
- No, tenemos que luchar, pero no es por eso que te llamo, escucha atentamente porque no tengo mucho tiempo, he hablado con Railyn – solté una pequeña exclamación – si, ya se que lo sabes todo, espero que me perdones por no habértelo contado nunca, pero eso no es lo que te quiero decir, seguramente cuando la brecha se habrá los demonios va a ir a aniquilar primero a los seres sobrenaturales. Con todos nosotros fuera de juego, la humanidad está perdida, en las estrellas está escrito que tu abrirás esa brecha, no se va a poder hacer nada por impedirlo, ni siquiera se si encerraros como lo hemos hecho va a retrasar la catástrofe. Eres casi inmortal, no vas a envejecer y eso te va a venir bien, porque según la pitonisa del Coven y Raphaela, pasaran más de cien años hasta que podáis cerrar el portal – un golpe sordo se escuchó al otro lado del teléfono, las interferencias ronronearon a través de la linea.
- Mama, ¿contesta, que pasa? ¿Estás bien? - me puse muy nerviosa, pero antes de que el teléfono quedará en silencio escuché su voz.
- Si, pero tengo que irme, han entrado en la aldea otra vez, te amo pequeña – inmediatamente colgó.
- Yo también te amo – dije en vano. Nadie me iba a escuchar al otro lado.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó Keiran cogiéndome por los hombros y entre llantos le conté todo lo que me había dicho mi madre.
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