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sábado, 13 de septiembre de 2014

Ragnarok 23




Capitulo 23






Espiando a la Bruja”

Keiran

La pequeña bruja me había ordenado que no fuera con ella y había preferido no discutir ya que la muy ignorante no sabía dar ordenes en condiciones. La iba a seguir allí donde fuera, porque no me había obligado a quedarme en casa, ni había especificado demasiado su orden sobre mi. Ilusa.
El taxi paró en un garito en el que había muy poca gente. Primer error de la mojigata. Para esconderte bien de tus enemigos tienes que ir a sitios muy concurridos.
Tenia que reconocer que esa noche estaba muy guapa y no sabía porque eso me preocupaba, ella no se dio cuenta pero en su camino hacia la barra más de diez chicos no pudieron evitar mirarla de forma lasciva. Eso de leer la libido era un poder que habría preferido no tener. Se sentó en la barra y pidió su bebida. Después se giró en el taburete para observar la pista de baile. No me gustaba usar mis poderes de Nephelim, pero en aquel momento tuve que utilizar el más practico de ellos. La ocultación sensorial, nada ni nadie sabría que yo estaba allí, me volví completamente invisible a los ojos y los sentidos de cualquier ser humano o sobrenatural.
Estaba tan distraído observándola que no me di cuenta de que el brujo de otro día se había sentado a su lado hasta que ella dio un bote y salto fuera de la silla. Me acerque lo máximo que pude pero la orden que la condenada bruja me había dado me impedía quedarme juntó a ella. Solo podría intervenir si él la atacaba ya que no me había prohibido protegerla.


  • Me voy a otro bar – dijo ella cogiendo el bolso de la barra. El brujo la sujetó del brazo y yo me posicioné en un angulo perfecto para arrancarle la cabeza, pero no hizo falta, la bruja le quemo la mano con su propia piel, algo que me sorprendió gratamente. La mojigata tenia muchas sorpresas guardadas bajo la manga.
  • ¿Por qué has hecho eso? ¿Cómo infiernos lo has hecho?
  • Dejame en paz Trevor – La mirada de odio que utilizó subió casi al máximo mi potencial de demonio vengador. Tenia que concentrarme o mi camuflaje se vería expuesto.
  • Te he echado de menos – eso no se lo esperaba, y se vio reflejado en su cara. ¿Cuántas veces la había dicho que jamás se expusiera de esa manera. Tenia que ser más fría.
  • ¿De verdad piensas que voy a creer eso?
  • ¿Dónde está tu demonio? – preguntó el brujo mirando por todos los alrededores y utilizando sus poderes para poder sentirme.
  • Dando un paseo – Esa era una buena respuesta, al parecer la pequeña bruja no era tan gilipollas para reconocer que había venido sola a un sitio donde no había casi gente, mientras era buscada por todas y cada una de las criaturas sobrehumanas y humanas de este planeta.
  • No lo siento cerca – dijo sonriéndola de una manera que casi me hace vomitar.
  • Eso es porque es muy bueno escondiéndose – Era el primer piropo que escuchaba de boca de esa chica y me sentí inesperadamente bien.
  • Ya no eres la misma niña indefensa que conocí – la dijo escrutándola con la mirada – has cambiado más de lo que imaginas. Ahora eres como una bomba, sexy y desgarradora. Quiero volver a estar entre tus piernas una vez más– la mala ostia que se me puso con ese comentario estuvo apunto de hacerme perder el control. Ya me encargaría yo de que no la volviera a tener nunca mas.
  • Ni en tus sueños Trevor, eso no va a volver a pasar nunca – gracias a dios la mojigata supo como responder. ¿Qué habría pasado entre esos dos? ¿Por qué ella le odiaba tanto? ¿Qué le había hecho ese bastardo?
  • Bueno, de acuerdo, pero me apetece hablar contigo. Prometo no decir cosas como estas si te sientas aquí conmigo y nos tomamos una copa. Me apetece saber cosas sobre el Coven, de la gente que está todavía allí – esta vez la bruja se ablando… mujeres…
    Ella le conto cosas sobre sus padres y su hermana, recordar aquello hizo que la cara de la bruja se ensombreciera y cuando él preguntó por sus padres la bruja se encogió de nuevo mostrando otra vez sus estúpidos sentimientos.
  • ¿Por qué tus ojos brillan más verdes de vez en cuando? – Esa pregunta sorprendió demasiado a la mojigata ¿seria posible que no supiera que cada vez que se enfada o sentía dolor sus ojos eran como una hoguera de sulfato de cobre?
  • ¿A que te refieres? – con esa incomoda pregunta, respondió a la mía… realmente era un caso perdido.
  • Tus ojos… hay en momentos en los que brillan en un tono esmeralda un tanto aterrador.
  • Bueno, ha sido así desde hace algún tiempo, todavía no he averiguado porque – Ese chico era un idiota si no se había dado cuenta de que le estaba mintiendo. Yo también me había preguntado varias veces sobre ese fenómeno ya que a los únicos que se nos intensifica el color de ojos es a los demonios y a los vampiros, pero a estos últimos solo en color rojo y no verde o azul como a los de mi clase.
  • Cada vez me resultas más intrigante.
  • Ian me está cazando – ¿Ian era su hermano? ¿el que nos había ayudado a escapar?
  • ¿Qué?, eso es imposible, eres su pequeña… tu hermano jamás haría eso, dejo de hablarme por lo que paso entre nosotros… - deseaba que siguiera hablando, la intriga me carcomía por dentro… ¿Qué había pasado entre esos dos? ¿y por que me molestaba tanto no saberlo?
    Cuando el tema pasó a sus padres, la bruja reconoció no tener noticias de ellos señalando de nuevo con fluorescentes su puntomásdébil. La iba a dar una buena patada en el culo en cuanto tuviera ocasión.
  • No te he cazado por él, se que Ian jamas me lo perdonaría – chaval, yo tampoco. Te aplastaría como una ramita, dije para mi mismo disfrutando de la imagen de su muerte que recorría mi cabeza.
    Ella se levantó y comenzó a despedirse para marcharse, ya era hora, su reunión con el cazador estaba haciendo que utilizara más recursos y energías de las que debería, me estaba costado cada vez más ocultarme.
  • Nos volveremos a ver – dijo el chico y antes de que me diera cuenta de sus intenciones estaba besando a mi bruja,mi camuflaje parpadeó durante décimas de segundo y me quede casi completamente expuesto. Me relajé cuando la vi intentar soltarle una ostia, pero era demasiado tarde, el imbécil se había ido.
  • Señorita, la cuenta – no dejé de reírme hasta que llegó a casa, el muy caradura la había hecho pagar...

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