Capitulo 33
Los recuerdos
comenzaron a llegar a mi cabeza como pequeñas diapositivas...
Iba caminando por
el campus de la universidad, cuando sin darme cuenta tropecé con
alguien, todos mis libros de fotografía cayeron al suelo con gran
alboroto, siempre me tenía que ocurrir a mi, estaba en la inopia, me
regañé furiosa.
El chico con el
que había chocado se agachó para ayudarme a recogerlos, si, eso era
un tópico muy de película de adolescentes, pero me estaba pasando a
mi. Cuando enfrente sus ojos no pude evitar maravillarme con su
belleza...
- Perdona, voy como loca – me disculpé agachando la mirada y terminando de cargar de nuevo todos los libros en los brazos. Tome nota mental, para que la próxima vez no se me olvidara la mochila en casa.
- Tranquila, yo también estaba distraído, ¿Puedo ayudarte con eso? - preguntó y sin esperar respuesta cogió los libros de mis brazos y los cargó como si no pesaran nada.
- Vivo lejos de aquí, tengo que tomar el metro y todo... - intenté recuperar de nuevo los libros pero él no me dejo.
- Te acompaño hasta casa – eso si que no me lo esperaba – de hecho vivo por el barrio y creo haberte visto alguna vez comprando Ramen en la tienda de la esquina – Oh dios mio... me había estado observando, ¿Era un acosador? Me pregunté descartándolo de inmediato, era demasiado guapo para serlo.
- Vaya... no recuerdo haberte visto – reconocí haciendo memoria, jamas hubiera podido olvidar a un chico tan atractivo. Tenía más o menos mi edad, por lo que hice la pregunta más habitual en esas circunstancias - ¿estudias aquí? - pregunta absurda, lo sé, pero lo suficientemente buena para que no se nos acabara la conversación. Ya estábamos entrando en el metro y tuve que ayudarle a pasar por los tornos con los libros.
- Si... administración de empresas – dijo haciendo una mueca.
- Muy interesante – admití completamente hipnotizada por aquel chico.
- Por lo que veo tú estudias fotografía – afirmó mientras miraba mis libros. El metro estaba apunto de llegar, el marcador señalaba tan solo un minuto para que hiciera su aparición el convoy.
- Si, me encanta – reconocí.
Pasamos el resto
del camino, unos treinta minutos, hablando y hablando sobre todo tipo
de cosas banales y trascendentales... era la primera vez que
conectaba con alguien a ese nivel y me gustaba, me gustaba mucho como
me sentía junto a él.
Entre risas y
bromas llegamos a la puerta de mi portal, él depositó los libros
sobre un pequeño muro y se quedo mirándome.
- No sé tu nombre – me dijo divertido y con una preciosa sonrisa en su rostro. Sonrisa que sin dame cuenta encendió algo en mi corazón.
- Es verdad... soy Norah Blow – me presenté tendiéndole mi mano.
- Encantado de conocerte Norah, yo soy Nathan Mills – dijo sujetando mi mano con fuerza.
Desde aquel
momento y a escondidas de mi padre y mi terriblemente protector mejor
amigo, Nathan y yo comenzamos a salir juntos...
Recordaba por fin
cada cita como si fuera ayer, y recordé también en ese momento
nuestra primera vez juntos.
- Les he dicho a mis padres que me quedo en casa de un amigo – me dijo Nathan mientras subíamos a la habitación de un hotel.
- Yo le he dicho a mi padre que me quedaba en la biblioteca – contesté divertida.
Nada más entrar
en la habitación nos empezamos a comer con pasión, teníamos tantas
ganas de estar juntos... sus besos sus caricias, nunca nadie me había
hecho sentir lo que sentía por Nathan... Nos conocíamos ya de
varios meses y por fin esa era nuestra noche.
Nuestros cuerpos
desnudos retozando sobre las sabanas, sentir como entraba en mi y
como el placer nos consumía a los dos... fue la noche más romántica
y feliz de toda mi vida... y la había olvidado, había pasado más
de nueve años sin recordar aquella noche, sin recordarle a él.
Nuevas imágenes
inundaban mi mente...
El recuerdo de una
discusión con mi padre, había descubierto que tenía novio y quería
conocerlo... todo se desencadenó muy rápido, y mi padre me contó
lo que era... la conversación que tuvimos hacia tan solo unos días
ya la habíamos tenido antes... específicamente en ese año en
blanco.
Mi padre me lo
contó todo por aquel entonces... no era de extrañar que siempre
sospechara algo y que el otro día cuando volvieron a contármelo no
me sorprendieran demasiado las cosas que dijeron.
Era una locura así
que se lo conté todo a Nathan y se asustó, él me confesó el
secreto de su familia, me dijo que eran vampiros y las preguntas y
respuestas se agolpaban poco a poco en nuestras cabezas.
La familia de mi
novio y mi novio eran Vampiros y los vampiros tenían como código
moral matar a una quimera si se encontraban con ella. ¿Qué demonios
íbamos hacer?
Una conversación
en concreto vino a mi cabeza como un flashback.
Nathan y yo
estábamos en la cama de una lujosa casa, su casa a las afueras de
New jersey.
- ¿Por qué tu madre no puede salir al sol y tú si? - pregunté mientras me acurrucaba en su pecho.
- Por qué yo todavía no he detenido mi envejecimiento, cuando lo haga dejaré de poder salir a la luz del día y tendré que alimentarme únicamente de sangre – explicó mientras acariciaba mi pelo.
- ¿Por qué nunca has bebido mi sangre?
- porque tengo miedo a no poder parar... la historia cuenta que la sangre de quimera es un arma de doble filo, puede ser adictiva – me dijo besando mis labios y zanjando así el tema.
- Sabes que los demonios me están buscando, sabes que me van a matar si me encuentran y vosotros estáis en peligro por ocultarme, vosotros deberíais matarme para evitar que ningún demonio me use – era doloroso haber dejado atrás a mi familia, pero no podía estar sin él, no podía vivir sin él... sabía que ellos estarían muy preocupados, Blake seguramente hubiera montado en cólera cuando leyera la carta que había dejado a modo de despedida, pero era lo mejor para ellos, no quería que estuvieran en peligro por mi culpa.
No había sido un
adiós, si no un hasta pronto, hasta que pudiéramos deshacernos de
los demonios que nos estaban persiguiendo, ¿Quien hubiera pensado
que ir a un hospital a donar sangre hubiera sido tan mala idea? De
alguna manera los humanos pensaron que la sangre estaba contaminada
al tener dos secuencias de ADN diferentes, pero uno de los técnicos
de laboratorio resultó ser un demonio y descubrió la verdad. Alaric
había dado con esta ultima conclusión al tirar de todos sus
contactos en el hospital. Gabe era el nombre del demonio que me había
descubierto.
- ¿Por qué no llamas a tu padre para decirle que estas bien? - me preguntó Nathan. Su madre nos había refugiado en su casa de fines de semana, ella y Alaric eran los únicos de su familia que sabían quien era yo y lo que era, de hecho a la única que no sabía nada sobre mi naturaleza era a la pequeña Violet de tan solo cinco años de edad. Violet era la nieta de Eleonor, era la hija de Alaric, el hermano mayor de Nathan.
- No sé si es buena idea... - la verdad que no quería tener que enfrentar a mi padre.
- Es difícil perder a alguien...- dijo con melancolía, sabía que había perdido a su cuñada hacia poco más de dos años, pero no sabía que había sucedido.
- ¿Qué le paso a Erika? - pregunté recordando su nombre.
- A mi hermano le extorsionaron algunos demonios cuando abrió el Club, la competencia era muy dura y ellos presentaron muchas perdidas porque la gente prefería ir al nuestro, le amenazaron varias veces y mi hermano nunca hizo caso – explicó echándose las manos a la cabeza – los demonios la mataron y se la dejaron en una caja en la puerta de Club – dijo dejándome boquiabierta.
- Que duro tuvo que ser para todos vosotros, como lo siento.
- Es por eso que te digo que deberías hablar con tu padre, deberías tranquilizarle, por lo menos decirle que estas viva y a salvo – me dijo abrazándome fuerte.
- Esta bien luego le llamo – acepté pensando en lo duro que tenía que ser para él que yo anduviese desaparecida.
- Siempre podrás quedarte aquí conmigo – dijo mi vampiro mientras se tumbaba sobre mi y me besaba de esa manera suya tan ardiente que sacaba de mi cabeza cualquier cosa que estuviera rondando en ella.
Recuerdo mi
taquilla de la universidad...
Había sido un día
de lo más normal en el campus, pero ahora que los demonios estaban
en alerta sobre mi existencia y cada vez iban estrechando la búsqueda
más y más, siempre estaba a la defensiva y completamente alerta
ante cualquier cosa o persona extraña.
Fue ese día
cuando tuve que dejar de ir a la universidad.
Mi taquilla tenía
una nota y en esa nota una simple palabra, una palabra que nos
congeló la sangre a Nathan y a mi.
Quimera.
Desde aquel día
ya no pude volver a la universidad, pero Alaric le dijo a Nathan que
siguiera asistiendo a sus clases con normalidad para que no
sospecharan de él y no descubrieran que estaba implicado, era más
fácil hacerles pensar que mi novio era un simple humano que no tenía
ni idea de lo que yo era o donde me estaba escondiendo.
Ademas de que era
muy peligroso para la familia Mills que esos demonios supieran sobre
su implicación conmigo, pues podían salir muy mal parados.
Alaric había
descubierto que el tal Gabe tenía al menos dos socios, uno era una
mujer llamada Sunny que al parecer era quien había dado conmigo al
rastrearme y el socio numero tres no sabíamos su nombre en ese
momento, solo sabíamos que era un acechador nato y que le gustaba
incrementar el miedo de sus presas con notas como la del casillero.
Mi mente dejo ese
recuerdo atrás para dar paso a otro que me heló la sangre.
Un callejón, me
encontraba sola en un callejón. Había dejado la casa para ir a
buscar comida antes de que Nathan llegara de la universidad, quería
darle una sorpresa, pero me había arriesgado demasiado y a los pocos
minutos de haber salido de casa comencé a sentir que alguien me
estaba siguiendo.
La pequeña tienda
estaba justo al otro lado de la calle, pero sabía que no me iba a
dar tiempo a llegar, la silueta de un hombre apareció frente a mi
con velocidad demoníaca, era alto y de complexión normal, pero yo
no era rival para él. Estaba muerta.
Salí corriendo en
dirección contraria, pero aunque yo era mucho más rápida que un
humano, no podía igualar a un demonio.
Escuché su risa
antes de que me atrapara por la espalda.
Tiró de mi brazo
y me estampó contra la pared raspandome la cara con las esquirlas de
los ladrillos. E olor de mi sangre inundó el ambiente.
- Tú eres la quimera... - dijo con una voz tan fría como el hielo.
- Te estas confundiendo, soy una mestiza – mentí nerviosa mientras se acercaba.
- Si nuestra célula es capaz de atraparte y llevarte con Dobreva, nos van a dar todo lo que pidamos– explicó él como si a mi me importase.
- ¿Quieres dinero? Puedo darte dinero – mentí de nuevo – cualquier cosa que quieras, te la doy pero déjame ir – le rogué.
- Eso seria estúpido, no estas en situación de negociar – me gritó cuando estuvo encima de mi. Como si yo fuera un muñeco de trapo tiró de mis brazos hacia arriba y me puso de pie para que enfrentara su rostro. Aunque estaba oscuro, mi visión nocturna era tan buena como la de un mestizo y pude ver como me miraba a los ojos. Su cara perfectamente perfilada y su ladeada sonrisa macabra podrían llegar a ser bonitas si no estuvieran teñidas con la maldad, pero fueron sus ojos los que me dejaron paralizada y sin poder apartar la mirada de ellos.
- ¿Por qué haces esto? ¿Qué te he hecho yo para que me hagas esto? - pregunté sin parpadear, sus ojos titilaron nerviosos y con mucho más pesar del que me podía haber imaginado.
- Tú eres la llave para mi libertad, si te entrego podré ser libre y dejar de trabajar para esa puta – dijo acercando su rostro al mio. La bombilla de la farola que había sobre nosotros decidió que era momento de encenderse y fue entonces cuando sentí como me agarraba del cuello e impedía que mi riego sanguíneo llegara a la cabeza, sabía que pronto iba a desmayarme y que lo ultimo que iba a recordar eran esos ojos azul oscuros llenos de maldad.
- ¡Norah! - escuché como alguien gritaba mi nombre era Eleonor y Alaric, estaba allí e intenté abrir los ojos.
- Esto no termina aquí – escupió el demonio soltándome y desapareciendo a la velocidad de la luz.
Alaric y Eleonor
me encontraron en el suelo, me preguntaron por lo que había sucedido
y yo les conté todo cuando llegó Nathan a quien casi le da un
ataque cuando le describí al demonio.
- Esta claro hay tres y por lo que he podido averiguar son tres demonios dos de ira, Sunny, Gabe y Chris que es un demonio del miedo, todavía no han dado la voz de alarma a Dobreva o si no ella ya estaría aquí – Me habían explicado días antes que Olivia Dobreva era un demonio vengador que buscaba una quimera para entrar en el cielo, había hecho lo indecible para intentar encontrar una, llevaba más de cuatrocientos años buscando e incluso concibiendo hijos de pobres ángeles a los que enamoraba y dejaba tirados en la estacada...
- ¿Alguno ha visto a esa Olivia? - pregunté nerviosa, yo tenía una foto de mi madre... mi padre me había confesado que era un ángel caído... y que mi madre le había abandonado, pero seria mucha casualidad que esa mujer fuera mi madre...
- Si, yo la conocí hace cien años – dijo Eleonor y fue entonces cuando fui rápidamente al cuarto de invitados donde nos quedábamos a por mi diario, de donde con mucho miedo saqué la única foto que tenía de mi madre.
- ¿Es esta mujer? - le pregunté a la vampiresa con la voz temblorosa.
- ¡Que haces con una foto de ella! - gritó impresionada. Alaric y Nathan se quedaron blancos.
- Es mi madre – confesé.
Ese recuerdo
comenzó a disiparse como el humo y fue de nuevo sustituido por otro.
Recordé el día
que desapareció Nathan, como si estuviera pasando en ese preciso
instante.
Recibí una
llamada al móvil y una fría voz de mujer me dijo que le tenían
retenido que no avisara a nadie, que sabían quien era y que su
familia era una familia vampiro muy influyente.
El demonio me
amenazó con matarlo si no aparecía sola y no lo dude ni un segundo,
salí a escondidas de la casa y fui derecha a las naves abandonadas
donde me había ordenado ir el demonio, tarde al menos dos horas
desde New Jersey, pero entre taxis y autobuses fui capaz de llegar
antes de su plazo máximo.
Ahora recordaba de
nuevo el miedo que me generó el poder perder a Nathan, esos
edificios oscuros y llenos de escombros no me asustaban tanto como no
poder volver a verle.
Estaba
anocheciendo y estaba sola, sabía que Nathan se enfadaría al verme
allí y haber caído en esa trampa.
Según me acercaba
a la puerta de los almacenes sentía como mi pelo se erizaba, pero no
tenía tiempo que perder. Fue nada más entrar que escuché como
Nathan gritaba y salí corriendo por el primer pasillo a la derecha,
no fue muy difícil encontrarla a ella y a mi vampiro.
- ¿Lo ves? Te dije que el amor nos hace cometer tonterías – le ella gritó a la nada – me debes mil dolares – solicitó a voz en grito – Es mi socio ahora viene con tu vampiro.
- ¿Dónde esta Nathan? - pregunté comenzando a perder la paciencia y empezando por primera vez en mi vida a sentir el odio y la venganza corriendo por mis venas.
- Aquí te le traigo – contestó una voz que erizó todo el pelo de mi cuerpo. Era el mismo demonio que me había atormentado en el callejón. Chris, según había identificado Alaric. Miré detrás de mi y vi a Nathan con su rostro ensangrentado y lleno de golpes. Le lanzó hacia mi y él no tenía casi fuerzas para mantenerse de pie, por lo que trastabilló.
- Hijos de puta – les grité mientras intentaba cogerlo antes de que cayera al suelo.
- ¿Qué demonios haces aquí? - dijo fulminándome con sus ojos verdes.
- ¿Acaso tú no hubieras hecho lo mismo? - pregunté besándole los labios un poco ensangrentados y en ese momento Nathan se dio cuenta de lo que iba a intentar. Bebí de su herida y comencé a sentir la fuerza de su sangre... sabía que no iba a poder con los dos, pero tenía que intentarlo, sobre todo tenía que intentar matar al menos uno de ellos.
- No lo hagas – me rogó Nathan cuando me levanté.
- Te amo, lo sabes ¿Verdad? - pregunté mientras mis ojos comenzaban a derramar lagrimas.
- Ya te hemos dado a tu amorcito ahora te vienes con nosotros sin protestar o nos le cargamos – dijo Sunny..
- ¿Realmente pensaste que me iría sin luchar? - dije mientras me lanzaba contra ella con un cuchillo de cocina en la mano derecha. Sabía que me iba a atrapar sin mucho esfuerzo por eso no la había disparado con la pipa hasta que no se centró en neutralizar el cuchillo.
La rapidez que me
dio la sangre de Nathan fue suficiente como para sorprenderla y
dispararle dos veces en la cabeza con el calibre 22 que había
encontrado en la mesilla de noche de Eleonor.
Sabía que no la
había matado, pero según mis investigaciones la costaría al menos
media hora recuperarse.
Les había
sorprendido, pero ahora ya no tenía ningún as en la manga y Chris
tenía a Nathan de rodillas en el suelo y estaba agarrándole la
cabeza.
- Un paso más o un truco más y le rompo el cuello, no es nada personal, en serio, pero entregarte a Dobreva es mi llave para la libertad – explicó con rabia. Sabía que lo que iba hacer a continuación era jugarme todo a una mano, pero tenía que hacerlo y si no funcionaba pues... disparar.
- Lo siento Nathan – dije con lagrimas en los ojos. El demonio estrechó los suyos y se puso alerta, se esperaba un asalto, pero no se esperaba que me apuntara yo misma a la cabeza.
- ¡Detente! - gritaron los dos a la vez.
- ¿Nos vas a dejar marchar? - le pregunté yo a voz en grito.
- No, no puedo dejarte marchar – contestó el demonio en un estado de ira casi enfermizo.
- Te amo Nathan – dije antes de apretar el gatillo.
Sentí como la
bala rozaba mi frente y como mis oídos se atronaban y dolían como
un infierno, sentí como alguien tiraba de mi hacia atrás y separaba
la pistola. Cuando abrí los ojos que no me di cuenta que había
cerrado vi a Nathan en el suelo de rodillas mirándome horrorizado.
El demonio no
estaba, por lo que quien estaba agarrándome por detrás tenía que
ser él.
- ¿Estas loca? - me dijo al oído – ¿darías tu vida por ese hombre? Yo te creía más lista que eso – dijo perdiendo los nervios.
- Y lo soy – contesté mientras me giraba y le apuñalaba en el pecho. Sabía que eso no le detendría mucho tiempo, por lo que cogí de nuevo el arma y apunte a su cabeza. Sus ojos me detuvieron, me miraban con suspicacia y con algo parecido a la admiración. Disparé a las piernas y vacié el cargador.
Nathan estaba casi
recuperado y me cogió por el brazo intentando tirar de mi hacia
fuera, había podido hacerles mucho más daño a esos demonios, lo
sabía, estando así podía con mi fuerza haberles arrancado la
cabeza y no lo había hecho, pero mi naturaleza compasiva heredada
con total seguridad de mi padre, me había impedido hacerlo.
Ambos salimos de
allí con vida y corrimos a toda velocidad durante más de media
hora, atravesamos varias autopistas y llegamos a la parada dos donde
bajo las miradas extrañas de los pasajeros cogimos el autobús hacia
Nueva Jersey.
Nuestra ropa
estaba roída y la de Nathan completamente ensangrentada, él se
había curado completamente de las heridas, por lo que la gente
comenzaba a mirarnos con recelo.
- Venimos de actuar en una obra de teatro, el iba de zombie – expliqué yo en voz alta cuando nos subimos en el autobús. Fuimos derechos a la parte de atrás del bus y el vampiro fue el primero en sentarse. Justo en el momento en el que me iba a sentar yo, vi en la parada a Chris, estaba apoyado en la marquesina y tenía los ojos clavados en mi. Había ira en su mirada, pero también había algo más que no pude discernir. El autobús arrancó y yo me tambalee. Nathan me agarró y cuando quise volver a mirar el demonio ya no estaba.
Estábamos hasta
el cuello metidos en una movida horrible, yo había usado un arma,
había disparado a una persona a la cabeza y a otra en las piernas,
me daba lo mismo que supiera que se recuperarían, no me sentía a
gusto habiendo hecho eso, pero me sentía muy orgullosa porque le
había demostrado a Nathan que podía defenderme yo sola.
Nathan había
preparado esa noche una cena romántica en el patio trasero de la
casa, se había negado a suspenderla, ese día cumplíamos juntos
nueve meses. Los mejores meses de mi vida.
El vampiro había
decorado todo el jardín y el jacuzzi con velas y pétalos de flores
había quedado maravilloso, yo había hecho una cena ligera con los
pocos ingredientes que había en la nevera, pero la comida era lo de
menos.
- ¿Qué te parece? – me preguntó divertido cuando vi lo que había hecho.
- Es precioso… no tengo palabras – le dije abrazándole. La temperatura ese mes de agoto estaba siendo de lo más asfixiante y aunque al anochecer bajaba un poco el mercurio, todavía hacia bochorno. No tocamos la comida que con tanto esmero había preparado… mi abrazo nos condujo a un beso y ese beso a otro. No sabía como lo hacía, pero cada vez que me besaba yo no podía parar, la ropa comenzó a caer mientras nos comíamos cada rincón de piel que quedaba al descubierto.
Adoraba la
sensación de su pelo entre mis dedos, me gustaba tirar de él hacia
abajo para que me expusiera su cuello y poder comérselo a besos.
Nathan me cogió por la cintura alzándome para que yo le rodeara con
mis piernas.
De alguna manera
que no recuerdo estábamos dentro de la piscina completamente
desnudos y él había comenzado a hundirse en mi interior con
embestidas deliciosas llenas de placer y pasión. Me escuchaba a mi
misma gemir y sentía entre mis piernas como eso le endurecía mucho
más. Hasta que llegamos al clímax, un clímax que como
habitualmente nos arrastraba a los dos juntos.
- Tengo algo que darte – me dijo cuando estábamos sobre el césped completamente desnudos.
- ¿Qué es? – pregunté sin dejar de besar su barbilla y sus pómulos.
- Esto - dijo sacando un anillo de a saber dónde.
- ¿Dónde lo tenías? – pregunté divertida.
- Puesto en el dedo meñique – reconoció – Norah… ¿Quieres ser la mujer de mi vida? ¿Quieres casarte conmigo? – preguntó dejándome un poco conmocionada, la verdad era que no había pensado mucho en el futuro, pero…
- Yo no voy a vivir eternamente – le dije con pesar – tú eres un vampiro, y esto no es una novela, no puedes convertirme así como así – comenté nerviosa.
- Lo sé, por eso he decidido no detener mi envejecimiento y seguir mi vida contigo hasta el final sea cuando sea – espetó orgulloso y dejándome completamente noqueada.
- ¿Estás seguro de eso? – pregunté temerosa.
- Estoy completamente seguro – contestó zanjando la conversación con un largo y excitante beso.
- En ese caso, si, si quiero casarme contigo – le dije abrazándole y turbándome encima.
De nuevo otro
recuerdo más se dejo paso en la maraña de mi cabeza.
Recordé un ataque
donde Nathan y yo estuvimos apunto de morir…
- ¡Corre! – me gritaba Nathan desde atrás.
- Esto no tiene salida – le dije nerviosa, habíamos llegado a un puto callejón sin salida y nos estaba persiguiendo un demonio vengador. Estábamos muertos.
Cuando el demonio
nos alcanzó se quedo mirándonos divertido, se lo habíamos puesto
en bandeja, al parecer debía de ser de la misma célula que Sunny,,
porque sabía mi secreto y todas las bolas de fuego se las había
lanzado a Nathan y no a mí. Me quería viva.
Nathan se estaba
poniendo delante de mí para protegerme, pero a mí me preocupaba más
su vida que la mía… intenté apartarle y después de varios
intentos me di por vencida, no se iba a apartar ni un milímetro y
seguía presionándome contra la pared, El demonio se preparaba con
una bola terrible de fuego y cuando nos di por muertos vi como una
bola de fuego diferente golpeaba en la espalda del demonio, fue ese
momento de desconcierto que aprovechamos para correr hacia él y
hacia la salida del callejón.
El demonio se
repuso del ataque sorpresa y golpeó a Nathan manándole contra la
pared como si fuera un muñeco de trapo. El impacto fue brutal y yo
no pude seguir huyendo, Nathan yacía tendido en el suelo casi inerte
y yo no me iba a marchar sin él. Vi como el demonio preparaba su
ataque final y corrí hacia mi vampiro mucho más rápido de lo que
jamas había corrido. Fue en ese momento en el que vi por el rabillo
del ojo como la bola roja que había lanzado hacia Nathan venia ahora
hacia mí que me había interpuesto entre él y mi vampiro. Solo se
me ocurrió cerrar los ojos y esperar el impacto final, sabía que no
sería capaz de sobrevivir a ese ataque.
Un grito de dolor
me hizo abrir los ojos de golpe. Chris estaba frente a mi y por lo
que podía ver había recibido él la bola de fuego, su espalda
estaba echando humo y sus facciones estaban tensas debido al dolor.
- ¡Corre! – me gritó – escóndete para que nunca más puedan encontrarte.
- ¿Por qué me ayudas? – le pregunté nerviosa y utilizando el desconcierto del demonio vengador que no parecía está muy seguro de si Chris estaba con él o no.
- No lo sé pequeña, no tengo ni la más remota idea – reconoció dándose la vuelta y lanzándose hacia el otro demonio. Escuché como se libraba una encarnizada lucha por la supervivencia y solo recé porque no muriera él. Me había salvado la vida, le tenía que devolver el favor. Le debía una.
Esa era la vez que
me recordaba Chris siempre que tenía ocasión, no podía recordarla
hasta ahora, tomé nota mentalmente para Devolverle a Chris ese favor
y hacer recuento.
El recuerdo de el
día que me escape, entró en mi cabeza como un misil.
Nathan y yo
habíamos discutido, yo no estaba dispuesta a que su familia se
arriesgara por mi, no podía permitir que nadie corriera ese riesgo, me armé de valor y después de mucho meditar, escribí una carta de
despedida bañada en lagrimas sentada en el escritorio blanco de la
habitación de Nathan que ahora ambos habíamos hecho nuestra.
No sabía si iba a
volver a verle y me quemaba por dentro, mi corazón se desgarraba con
cada palabra de despedida, pero no podía soportar que le pasara algo
por mi culpa, ya habían ido a por él en una ocasión, y no estaba
dispuesta a arriesgar su vida una vez más.
Aproveché el
momento en el que todo el mundo estaba fuera de la casa para recoger
mis cosas y marcharme por la ventana evitando así las cámaras de
vigilancia que había en los pasillos.
Momentos antes
había llamado al servicio de taxis para que uno me esperara a la
vuelta de la calle, de esa manera podría alejarme de allí mucho más
rápido.
Dicho y hecho.
Conseguí llegar a la estación de Port Authority en menos de lo que
me había imaginado. Mi móvil todavía no había sonado, por lo que
todavía no habían notado mi falta.
La horrible
sensación de ser observada no desaparecía nunca desde el día del
ataque en el callejón. Era extraño pero cada vez que salia de la
casa tenía la impresión de que había alguien vigilando cada paso y
cada movimiento que daba, Nathan se sentía de la misma manera y
ambos coincidimos en que era probable que fuera el TEPT1,
o algo por el estilo.
Fui derecha a una
de las ventanillas donde expedían los billetes de bus y decidí en
ese momento que mi destino seria Oklahoma, un destino que jamas
alcanzaría.
A medida que iba
avanzando hacia la taquilla escuché varios disparos y momentos
después el pánico se desató.
Los gritos, las
carreras de la gente, niños llorando y yo parada en medio mirando a
todos lados en busca de la amenaza.
Había un loco
armado y según pude ver iba completamente envuelto en explosivos. Mi
paciencia comenzó a desestabilizarse, llevaba días planeando esa
fuga y ahora un loco kamicaze me la quería jugar.
Sentí como la ira
me comía por dentro y sin ser demasiado consciente de mi cuerpo me
di cuenta de que avanzaba hacia él a velocidad sobrenatural. No fui
capaz de dar más de quince pasos cuando fui interceptada.
Choqué a gran
velocidad contra el pecho de un hombre. No era cualquier hombre. Era
el demonio que me había salvado en el callejón. Estaba vivo y me
sorprendí a mi misma cuando me alegré tanto de verle que hasta le
sonreí.
- ¿Estas loca? ¿Dónde piensas que vas? - preguntó agarrándome del brazo.
- A detenerle – le dije apartando la vista de sus ojos azules y volviendo a centrarla en el terrorista.
- Esto esta ahora mismo lleno de demonios de ira y venganza alimentándose de ese pobre desgraciado, esto va a explotar por los aires – me dijo agarrándome por los brazos. Y empujándome en dirección contraria.
No nos dio tiempo
ha avanzar casi nada cuando sentimos que el ambiente cambiaba por
completo y escuchamos a través de los llantos y corretajes el sonido
del detonador haciendo clic. Sentí como a velocidad sobrenatural el
demonio se interponía entre el kamicaze y yo abrazándome fuerte.
Jamas había
sentido algo igual, la onda expansiva nos golpeó poco antes de caer
al suelo. Sentí como trozos de algún tipo de metralla penetraban en
mis tobillos, pero nada comparado con lo que estaba recibiendo el
demonio.
El ruido de la
explosión me dejó completamente sorda, ya no podía escuchar los
llantos y gritos de la gente que estaba segura que se habían
intensificado. El polvo y el humo lo cubría todo y por mucho que
intentara luchar contra mi cuerpo, al final simplemente me desmayé.
Desperté
sobresaltada en una cama extraña y un embriagador olor inundó mis
fosas nasales, era algo que no había olido nunca y que hacia que mi
boca babeara.
El demonio estaba
sentado en una silla de lo que parecía ser una pensión de mala
muerte, y una joven morena estaba semirecostada sobre él.
Estaba bebiendo su
sangre y la escena se me antojo de lo más erótica. La mujer gemía
bastante más contenta de lo que se debería sentir alguien a quien
le están drenando la vida a través de la yugular.
Me concentré en
el sonido de su corazón y evité mirar al demonio a los ojos que en
ese momento habían reparado en mi. Se quedó con sus ojos
completamente clavados en los míos mientras impasible acababa con la
vida de la chica.
- ¡No la mates! - le rogué desde la cama.
- No va a morir – dijo apartando la boca de su cuello y mordiendo suavemente su muñeca. Dos pequeñas gotas de sangre brotaron temerosas y él las acercó a la boca de la muchacha que lamió con tanta sensualidad que yo misma me sentí incomoda, era como si estuvieran practicando sexo delante mía. A los pocos segundos escuché como el corazón de la mujer comenzaba a latir con más fuerza – tú también deberías beber su sangre o te vas a curar con la misma rapidez que un humano – espetó.
- No, yo no bebo sangre – le dije cuando le dijo a la chica en un susurro que se acercara a mi.
- Hazlo o vas a ser un lastre – contestó sin más – tiene la herida del cuello abierta, aprovéchala – ordenó.
El olor a sangre
pudo conmigo y no pude controlar la reacción de mi cuerpo, cuando la
chica estaba frente a mi me lancé a su cuello como el depredador que
era. La sensación de la sangre bajando por mi garganta, caliente y
exquisita, nubló por completo mi conciencia y cuando ese liquido
embriagador dejo de salir un atisbo de mi misma revoloteó por mi
cabeza haciéndome volver en mi.
La había
matado... lo que tenía en mis manos no era una mujer era un
caparazón completamente vacío.
- Veo que el honor de matarla lo querías tú – me dijo el demonio burlón. No iba a perdonarle jamas lo que me había hecho, podía haberme parado y no lo hizo... le miré con odio. El odio que sentía hacia mi misma lo destiné hacia él.
- ¿Qué demonios he hecho? - me grité a mi misma saltando fuera de la cama. Por supuesto mis tobillos donde había impactado parte de la metralla ya no dolían.
- Estamos en el ultimo escalón de la cadena alimenticia, no te tienes que sentir más culpable que cuando te comes un pequeño cerdito, es lo mismo – explicó él – por cierto mi nombre es Chris – dijo acercándose a mi y cargando el cuerpo de la chica sobre un hombro.
- Yo soy Norah Blow – contesté de manera automática sin apartar la vista de la mujer.
- Estaba muy enferma no hubiera llegado viva a los cuarenta – me explicó intentando hacerme sentir mejor.
- Eso no me ayuda, ¿Cómo sabes que estaba enferma? - pregunté esa vez enfrentando sus ojos con curiosidad.
- Cuando tienes tanto siglos eres capaz de hacer una analítica sanguínea con solo un sorbo, esta mujer tenía una terrible cirrosis – dijo dejándome completamente estupefacta.
- ¡Pero si es muy joven! - le dije mirándola de nuevo, no podía creerme esa patraña.
- Lo que tú digas entonces, pero deja de mirarme así, yo no he sido quien la ha matado – se excusó y después salió por la puerta.
Fue ese el momento
que utilicé para revisar mis pertenencias, todas seguían allí a
excepción de mi móvil.
Escuché jaleo en
el pasillo, y varios gritos entre los que estaba la voz inconfundible
de mi vampiro.
Salí como una
flecha hacia el descansillo y me encontré con Alaric y otro vampiro
que no había visto nunca sujetando al demonio contra la pared.
Nathan fue el
primero en verme.
- El placer de matarlo es mio – dijo mi novio después de abrazarme y mirar que no me faltara ningún miembro. Reparó unos segundos en mi cara y fue cuando me di cuenta de que tenía que estar completamente manchada de sangre.
- Déjanos hacerlo a nosotros – le pidió Alaric.
- Este hijo de puta me torturo durante más de tres horas – contestó el vampiro con sed de sangre en cada palabra. El demonio a pesar de todo no estaba asustado, si no todo lo contrario, lo miraba divertido - ¿Qué demonios le has hecho a mi mujer? - preguntó golpeándole fuertemente en el estomago.
- ¡No le hagas daño! - grité dejando a todos completamente congelados – él me ha salvado... de hecho me ha salvado la vida dos veces. Si no hubiera sido por él jamas hubiéramos salido de aquel callejón en el que nos acorraló el demonio vengador – expliqué enfrentado los ojos esmeralda de mi novio – y esta tarde no hubiera salido viva de la explosión en Port Authority.
- ¿Estabas allí? - preguntó Alaric.
- Dios mio... esto esta siendo una puta pesadilla... - dijo el otro vampiro y en ese momento pude ver sus intenciones segundos antes de que intentara matar a Chris. La sangre de esa muchacha no solo me había curado, me había dado mucho más poder. No necesité mucho tiempo y mi cuerpo reaccionó de manera automática. Me lancé hacia ellos y aparté de un golpe al vampiro, Alaric ya se había retirado, pero seguía habiendo peligro para el demonio por lo que jalé fuerte de él y le puse a mi espalda, tal y como había hecho Nathan conmigo en el callejón.
- Esta bien tranquilízate nena que estas gruñendo – me dijo Nathan. Me sentía un animal acorralado. Alaric y mi vampiro estaban frente a mi con las manos levantadas y yo tenía al demonio a mi espalda como si estuviera protegiendo a un cachorro.
- Relájate o vas a poner celoso a tu chupasangres – me susurró Chris al oído. Sus palabras fueron como un jarro de agua fría y pude recomponerme por completo y correr a los brazos de Nathan.
- Gracias por salvar a mi mujer – escupió con dificultad el vampiro.
- Pequeña quimera, me debes dos – me dijo el demonio antes de que nos marcháramos.
- No, te debo una, acabo de salvarte la vida – apunté señalando al vampiro que había intentado matarlo y con el que luego me tendría que disculpar por haberle lanzado por los aires.
- Cierto, me debes una – reconoció lanzando una sensual media sonrisa.
Cuando llegue a
casa me encontré con una reprimenda horrible de mi futura suegra, mi
cuñado y como no de mi querido futuro marido y me hicieron prometer
que jamas volvería ha escaparme.
El ultimo recuerdo
fue quizás el más doloroso de todos.
El día del
asesinato....
Los demonios había
averiguado la existencia de una quimera, estaban pisándome los
talones y de alguna manera la prueba que tenían sobre mi existencia
les llevó hasta la casa de Eleonor la madre viuda de Nathan.
Los demonios
saquearon su casa y la mataron dejando un mensaje a Nathan una
advertencia que yo misma había leído.
“La
encontraremos, no podrás protegerla siempre, os iremos matando uno a
uno. Firmado Sunny”
Nathan se desplomó
durante horas sobre el cuerpo de su madre.
Aquello era
horrible... y todo era por mi culpa.
- Voy a entregarme, no puedo permitir que le hagan esto a tu familia – le dije con lagrimas en los ojos.
- ¿Estas loca? Te van a matar o cuanto menos convertirte en su barril de cerveza particular – me dijo preocupado. Sus ojos verdes tan cálidos lucían ahora horrorizados.
- La única manera es que te apartes de ella y la vuelvas a dejar donde estaba antes de conocerte, allí con su padre estaba segura – dijo una voz masculina detrás de nosotros. Alaric el hermano mayor de Nathan estaba allí de pie frente a nosotros.
- No quiero separarme de ella – le gritó Nathan mientras me abrazaba con fuerza.
- Es lo único que puedes hacer para protegerla, borrarle todos tus recuerdos y déjala en su casa, no vuelvas nunca más a ella y deja que viva su vida feliz – las palabras de Alaric me asustaron hasta la médula. No podía vivir sin él, jamas seria capaz de olvidarle no iba a permitir algo así.
- ¡No! - grité
- ¿Cual es el plan? - preguntó Nathan a su hermano.
- La sacaremos sangre y les despistaremos, ellos saben que vosotros no os separaríais, tú viajaras por todo el mundo dejando sangre de ella en sitios donde la vayan a encontrar, mientras te vayan siguiendo el rastro a ti ella estará a salvo – explicó Alaric evitando mirarme y no le culpaba, su madre estaba allí asesinada por mi culpa, merecía un castigo, merecía que me borraran los recuerdos... pero mi corazón no podía evitar estrangularse al pensar en una vida sin Nathan.
- ¡Por favor no lo hagas! No se si seré capaz de soportarlo- les grité a los dos y fue en ese momento en el que vi la determinación de mi vampiro. Sus ojos verdes se habían entristecido, habían asumido que para mantenerme a salvo tenía que apartarme de él, pero yo no podía soportar esa idea.
- Cuando todo esto termine, cuando mi familia quede lejos de cualquier sospecha y hayamos vengado la muerte de mi madre, volveré a por ti, te lo juro Norah, volveré a por ti – me dijo mientras se acercaba a mi y me besaba con fuerza.
El sabor de ese
beso, triste candente y con un regusto horrible a despedida inundó
mis recuerdos... sus ojos con lagrimas clavados en los míos, y sus
palabras suaves convertidas en ordenes para olvidar..... olvidándolo
todo y olvidándolo a él. En mi subconsciente solo quedo grabado que
hasta que él me lo pidiera yo no volvería a recordar.
Y ese momento por
fin había llegado.
1Trastorno
estrés postraumático.
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