Final
Habían pasado
tres meses desde que me había ido a vivir con Chris a una tétrica
casa sureña en un impronunciable pueblo cercano a Jacksonville.
Mi instructor y
amor secreto había estado preparándome para la vida como demonio,
me había enseñado a comer de humanos sin matarlos, aunque tenía
que reconocer que si no hubiera sido por él habría matado a muchos
en mi camino hacia la buena conducta.
Chris me había
enseñado también a como luchar, como utilizar mis poderes físicos
y como lazan perfectas bolas de fuego.
Todavía no
sabíamos que tipo de demonio era, pero ambos habíamos asumido que
me había convertido en un demonio mestizo. La verdad es que no me
extrañó, al fin y al cabo mi esencia siempre había sido ser
mestiza.
Por el momento no
había hablado con él de nada sobre nosotros o sobre Nathan, no le
había contado que estaba perdidamente enamorada de él ni que ya le
había dejado las cosas claras al vampiro.
La verdad era que
me moría de ganas de lanzarme a sus brazos, pero no podía, tenía
que demostrarle que estaba con él unicamente por mis sentimientos y
no por mis instintos y ese día había llegado, por fin iba a
declararme al demonio.
- ¿Todavía estas dormida? - gritó Chris a través de la puerta de mi dormitorio – salimos hacia Nueva York en tres horas, te aconsejo que empaques ya tus cosas y vayas duchándote o no te va a dar tiempo.
- No te preocupes estaré lista para entonces – dije escondiéndome bajo la manta. Hacia bastante frio en aquella casa incluso habiéndome quedado con la habitación de la chimenea.
Chris me había
dicho ayer durante la cena, un exquisito joven camarero del bar
cercano al pueblo, que había conseguido por fin controlar todos mis
instintos que me había convertido en un demonio blando, memo y
sentimentaloide, pero se le veía bastante orgulloso.
Ya no era capaz de
matar a nadie, normalmente utilizábamos ciertas artimañas para
drogar a los humanos alimentarnos y que al día siguiente no
recordaran nada.
Me levanté de la
cama y me puse encima del pijama una manta de corazoncitos que había
comprado en un mercadillo de pueblo. No tenía mucha prisa, sabía
que ese día no íbamos a salir de viaje, por lo que me tomé mi
tiempo duchándome y arreglándome.
- ¿Se puede saber porqué quieres dejar Luisiana sin agua? - me preguntó Chris desde la puerta entreabierta del baño. Corté el grifo y cogí la toalla.
- Es que tenía frio – dije con una sonrisa - ¿no es hoy un día maravilloso?
- Estas actuando raro ¿qué pasa? - preguntó.
- Que hoy por fin voy a hacer lo que llevo tiempo deseando hacer – dije abriendo la puerta y encontrándome de frente al demonio.
- Vaya... te ves apetitosa – se regodeó mientras me observaba enrollada en una toalla azul. Sonreía de la misma manera arrolladora de siempre.
- Tú también – contesté acercándome a él y dándole un beso suave en los labios. Me respondió suavemente pero demasiado sorprendido - ¿Sabes? Hoy voy a confesarle mis sentimientos a la persona que amo.
- ¿Hoy? - preguntó apartándose un poco de mi.
- Si, hoy es el día perfecto para hacerlo – dije acercándome un paso a él.
- Déjate de acertijos – dijo apartándose un paso yo di otro en respuesta y él se quedo encajonado entre mi cuerpo y mi cama.
- Ayer por fin me dijiste que volvía a ser la misma de siempre – comencé a decir – pues bien... ahora es el momento de decirte que te amo, de decirte que sé que tú también me amas y que sabes desde que volví a la vida que mi corazón te pertenece.
- ¿Por qué has esperado hasta hoy? - preguntó escrutando mi rostro.
- Porque no quería que pensaras que mis sentimientos eran debidos a mis instintos – respondí pegando mi cuerpo al suyo, pero el seguía afilando su mirada.
- ¿Esto lo sabe Nathan? - preguntó de nuevo.
- Lo sabe desde que te marchaste a ver si Mia había llegado bien el día de mi resurrección – respondí sorprendiéndole. Nathan y yo habíamos mantenido el contacto esos meses, porque me había obligado a llamarle para hacerle saber que estaba bien, llamadas que no le habían gustado nunca al demonio.
- ¿Por qué piensas que te sigo amando?¿por qué piensas que sé desde que despertaste que me amas? - preguntó de nuevo. Le empujé fuerte y le tiré a la cama, yo me paré delante de él y esa vez fue mi turno para estrechar los ojos en su dirección.
- Sé que me amas porque nadie podría condenarse a si mismo a un infierno de torturas del mismísimo Azazel por salvarme la vida, y porque aun teniendo la posibilidad de pedirle a dios cualquier otra cosa, me pediste a mi – esa vez sus ojos se agrandaron con sorpresa y se incorporó en la cama. Intentó hablar, pero le detuve y proseguí con mi discurso – Eso responde a tu primera pregunta. Sabes que soy tuya desde el momento en el que abrí los ojos y desperté como demonio, esto ultimo contesta a tu segunda pregunta.
- ¿Lo recuerdas todo? - preguntó estupefacto.
- Si, igual que tú – reconocí sentándome sobre la cama.
- Vaya... - no supo de que decirme, pero no hizo falta.
- No dejaré que mueras nunca... no voy a dejar que tu alma sufra, estaré siempre a tu lado y viviremos para siempre sin temer a la muerte – le dije acercándome más a la cama.
Me recosté sobre
él y por fin le besé. Llevaba meses deseando hacerlo y fue como si
abriera la caja de Pandora. Todos mis sentimientos y los suyos por
fin estaban donde tenían que estar, juntos...
Antes de que me
diera cuenta mi toalla había volado por la habitación y había
aterrizado sobre una lampara de pie.
Haciendo uso de mi
nueva fuerza, rasgué su camiseta y seguí besando su cuello hasta
llegar al lóbulo de su oreja.
Un gemido salió
de su garganta y su cinturón fue arrancado de sus pantalones.
- Por fin mía después de tanto tiempo... - me susurró agarrándome fuertemente y metiéndome bajo las sabanas.
- Y para siempre tuya – le susurré yo en respuesta sin dejar de comerle con mis besos.
Era la mejor
sensación que había tenido en mi vida, su cuerpo ya completamente
desnudo sobre el mio, sus cadentes besos por mi cuello ponían mi
piel de punta.
Arqueaba mi cuerpo
buscándole, pero solo me rozaba, podía sentirle duro contra mi y
podía sentir como le costaba mucho contenerse.
Cruzamos miradas y
cuando sus ojos atraparon los míos fue cuando le sentí empujar
dentro de mí.
Toda la pasión
ardía bajo las gruesas colchas, y yo no podía evitar que mis
gemidos se escaparan de mis labios sin siquiera darme cuenta.
Antes de que me
diera cuenta estaba volando en un mar de placer y poco después él
vino conmigo.
Exhaustos seguimos
abrazados y perdimos completamente la noción del tiempo.
Epilogo
Habían pasado
cinco años desde que había renacido, todo iba a pedir de boca,
aunque siempre había alguien que te terminaba amargando un buen día.
La verdad es que no solíamos tener muchos problemas, procurábamos
mantenernos al margen de situaciones complicadas y vivíamos felices
sin llamar demasiado la atención.
Chris y yo nos
habíamos convertido en la pareja de demonios más famosa del
submundo. La historia sobre el amor entre una quimera y un demonio
pronto se comenzó a contar como un fantástico cuento de hadas.
De hecho era el
cuento que le solía contar yo a nuestras gemelas para dormirlas.
Hacia poco más de
dos años habíamos sido padres de dos pequeñas demonios, ambas
mestizas también y demasiado revoltosas.
Nuestra familia
era de lo mas... extraña, Mary quien por fin se decidió hacia dos
años a casarse con mi padre, había vuelto a ser la poderosa bruja
que era antaño y mi padre había dejado de negar su naturaleza y
había recuperado algunos poderes de ángel.
Ambos actuaban
como unos abuelos de lo más normales, su especialidad era malcriar a
Shila y a Leah.
Blake seguía
igual que siempre, había ascendido algún escalafón en su trabajo
como cazador, pero no terminaban de fiarse demasiado de él. No era
bueno para su reputación que su hermanastra y cuñado fueran
demonios.
De Nathan...
bueno, de él no sabíamos mucho.
La verdad era que
lo ultimo que habíamos sabido de él, era que se había marchado a
Europa al día siguiente de que Chris y yo regresamos a la
civilización, le pedí que no me esperara y bueno no lo había
hecho.
Deseaba que
estuviera donde estuviera fuera feliz y se olvidara de lo que había
pasado entre nosotros.
El tiempo era una
cura y ahora que era un vampiro completo tenía tiempo de sobra para
superarlo y rehacer su vida.
Y yo y Chris...
pues seguíamos cada vez más enamorados y felices con nuestras
vidas. ¿Quien no iba a ser capaz de amar a un hombre que se entrega
completamente cada día y cada minuto? ¿Cómo no podría estar feliz
sabiendo que un hombre como él solo tenía ojos para mi?
- ¿Qué haces? - Preguntó Chris mientras se acercaba a mi escritorio y se inclinaba sobre mi abrazándome y leyendo las ultimas palabras que había escrito en el ordenador.
- Escribiendo nuestra historia – contesté besándolo en la mejilla.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario